Cultural

Cronwell Jara: “El Perú es la extensión de Montacerdos”

El escritor piurano recibirá homenaje de la FIL Lima 2023. Entre otros temas, su obra reveló un universo injusto, doloroso, del mundo marginal.

Cronwell Jara estará presente en la FIL 2023. Foto: Marco Cotrina/La República
Cronwell Jara estará presente en la FIL 2023. Foto: Marco Cotrina/La República

Está frente a mí para contarme la realidad de sus ficciones. “Lo real es horrenda fábula” dice el verso del poeta Juan Ojeada. Ni más ni menos, la obra de Cronwell Jara Jiménez (Piura, 1950) nos reveló un universo doloroso, injusto, herido. La 27 FIL de Lima le rendirá un justo homenaje. Jara Jiménez ha publicado Hueso duro, Montacerdos, Las huellas del Puma, Patíbulo para un caballo, Molotov-suite en el Patio de Letras, entre otros libros.

—“Este es un honor especial para mí, porque nunca he estado en una situación semejante. He recibido premios porque he concursado, o como el de la Casa de la Literatura, que me dio el premio sin concursar. Ahora me harán este homenaje. Yo pensé que iban a ser los de siempre, los del otro lado del río, no de este lado. Lo recibo porque conmigo lo están recibiendo los escritores marginales, los que hemos tenido los libros guardados por años. Lo recibo en nombre de Alberto Alarcón, Esmeralda Cueva, Gloria Portugal, Dante Lecca, David Nova, Houdini Guerrero, Leonela Stefanny Rojas, Samuel Cardich, Mario Malpartida, Mario Guevara, entre otros”, dice Jara Jiménez.

—Es un premio a la trayectoria…

—Mira, aunque parezca mentira, me tomé en serio la literatura desde los 8 años. Claro, esto podría sonar pedante y que yo me siento algo especial, pero no es así. Lo que pasa es que mi cariño por la escritura, por las artes en general, yo lo veo como algo natural en el sentido de que yo me dediqué desde chiquillo. Un día, cuando ya tenía 12 o 13 años, mi padre me pregunta “qué vas a ser de grande”, y yo le dije que escritor. “Yo te apoyo”, me dijo, y me abrazó. Nunca me abandonó ni cuando ya era viejonazo.

—¿Abandonaste el mundo que narras en Hueso duro, La huella del puma por universos urbanos?

—Nunca, todo lo contrario. Últimamente he escrito Martín Campana, que está en la misma honda de Hueso duro. No lo digo por vanidad sino por alegría porque yo vivo con permanente nostalgia por la imaginación de mi abuela, de mi padre, madre, que eran narradores natos. Mi madre, mi abuela, no se daban cuenta de que eran poetas cuando me hablaban del campo. Me narraban historias completas, yo solo tenía que ponerle el tono lingüístico, como que ya había pasado por San Marcos. Pero la pasión, el arrebato, el lirismo, en eso mi abuela era como un pajarito que no se cansaba de contar y cantar historias.

 obras. Tres libros emblemáticos que le otorgan un estilo personal. Foto: composiciónLR

obras. Tres libros emblemáticos que le otorgan un estilo personal. Foto: composiciónLR

—Montacerdos es un universo físico, que existió…

—Existió. Los personajes existieron. De Piura me vine a la edad de 5 años a vivir en el barrio Mariscal Castilla, en el Rímac, y allí aparecieron Yococo, Maruja. Montacerdos es mi vida, aunque yo estoy invisibilizado allí.

—Es una metáfora de una ciudad que se desborda en la miseria…

—Tal cual. Yo viví cuando el barrio recién se fundaba. Las pistas eran de tierra, llena de desmontes, puertas de cartón o de lata, acequias de aguas sucias, perros callejeros. Algunos dirán qué vergüenza, pero para un chiquillo de 7 años era la alegría de estar en ese mundo de migrantes.

—¿Se puede asociar Montacerdos con “Los gallinazos sin plumas”, de Ribeyro?

—Nada qué ver. El barrio de Montacerdos estaba tan dentro de mí. Cuando yo lo escribía, estaba pensando en mis amigas y amigos con quienes había jugado de niño allí. Lo de Ribeyro no es una barriada; lo de Montacerdos sí, y con junta directiva instalada. Lo puedo decir ahora, mi visión también es antropológica, sociológica, y eso lo aprendí no de Ribeyro sino de Hildebrando Pérez, cuando hablaba de literaturas orales, que había una opción académica y otra, la cultura popular, en donde estaba mi abuela, mi madre. Entonces, me decidí escribir.

—Las historias vienen de la experiencia vital. ¿La escritura?

—Sabes, aunque te parezca mentira, viene de François Villon, también de Los cuentos de Canterbury de Chaucer y, como golpe de imaginación, de El perro andaluz, de Buñuel. Yo no había leído aún a Rulfo, Ribeyro y otros geniales.

—Alguna crítica señaló que exacerbabas un naturalismo y que incluso eras escatalógico.

—Mira, lo que escribo allí lo viví. Yo escarbaba en la basura y extraía libros viejos, chatarra de bronce, cobre, que vendía y ganaba propinas. Todo eso me sirvió mucho, me dio bagaje. Yo respiraba esa cosa, que era horrible. No lo haría ahora, pero de chiquillo lo hice.

—Pero ¿cómo reaccionaste?

—Yo dije “no me entienden porque yo sé lo que estoy haciendo”. Y no digo como competencia, por eso digo que no me entienden, pero ya habrá un momento en que se llegue a entender. No lo hice pensando en que yo quería ser el mejor, el distinto, no. Yo quise ser auténtico conmigo mismo.

 Escritor. Cronwell Jara, autor del mítico libro Montacerdos. Foto: difusión<br>

Escritor. Cronwell Jara, autor del mítico libro Montacerdos. Foto: difusión

—¿Con Patíbulo para un caballo quisiste extender Montacerdos?

—Claro. Montacerdos me quedaba chico y yo quería expresarme con más amplitud en una novela. Ya había leído a Rabelais, Chaucer, Sholojov, Hemingway. Ya empezaba a leer a Cortázar, Ciro Alegría, Arguedas, Vargas Llosa, a quien siempre admiraré. Escribí cinco versiones de Patíbulo hasta 1983, cuando me encuentro con Manuel Scorza, que me buscaba porque le habían hablado bien de Montacerdos. Me dijo que iba a Europa y a su regreso haría conocer mi novela por toda América. Pero murió en un accidente de aviación. No sé qué hubiera pasado si me hubiera promovido. Yo tendría otro camino.

—Ahora has tomado personajes históricos, Pancho Fierro y Vallejo.

—Siempre lo hice. Lo primero que empecé a leer fueron libros de historia y tradiciones. Estuardo Núñez hizo una antología de tradiciones en donde incluyó un cuento mío. Me dijo: “Son tradiciones”. Será porque yo no hago diferencia entre géneros. Para mí todo es lo mismo. Es con lo que escribo. Ahora voy a publicar Martín Campana. Allí está todo lo que es Piura, la sierra de Morropón.

—Ofreces una visión de Piura. Miguel Gutiérrez, piurano como tú…

—Miguel Gutiérrez me detestaba porque él, sin querer, quedaba mal. ¿Sabes por qué? Un día me llama una alemana que hacía una tesis sobre Miguel Gutiérrez. Me dijo: “Quiero que me respondas como hombre para mi tesis sobre la obra de Miguel Gutiérrez”. Nos reunimos y me preguntó qué opinaba de la influencia de Hombres de caminos, La violencia del tiempo, en mi obra. “Mira”, le expliqué, “Hueso duro es de 1979, La huella del puma, 1987, allí hay poncho, sombrero, batalla, machete, todo el mundo de la serranía de lo que habla Miguel Gutiérrez en Hombres de caminos, de 1988, y La violencia del tiempo, de 1991, entonces, ¿quién salió primero?”, le digo. Me jodió la tesis, me dijo, se levantó y se fue. ¿Qué le diría a Miguel Gutiérrez? Otro caso, yo estuve en Alemania en el 92, en un encuentro en una universidad, donde se presentaba La violencia… y Patíbulo, hay testigos, allí James Higgins y José Morales Saravia le criticaron que, en su novela, en país tercermundista, ponía como protagonista a un antihéroe. Él no respondió. Es feo decirlo, pero, en cambio, elogiaron a Patíbulo…

Al margen de esa situación personal, ¿qué valoras en su obra?

—Relación difícil de su parte, aclaro. Valoro su empeño por realizar una obra grande, tratar el territorio de Piura y su problemática de los hacendados con los campesinos de esa época, que es lo que yo también hago. Aparte de su actitud frente a mí, siempre tuve admiración por él, ni vuelta que darle, tanto así que lo presenté en Piura, en Bolivia. Cuando fallece, me entero de que habíamos nacido el mismo día y en Piura. Podíamos haber celebrado, ser amigos, pero qué pena que sucedió lo que te cuento.

—En Molotov se dice que el Perú es una inmensa barriada. ¿Es Montacerdos?

—Veías que el Patio de Letras de San Marcos estaba derruido. Salías y descubrías que Lima también era una barriada. Llena de ambulantes, asaltos, robos e inseguridad. ¿Cómo se puede hablar mal de Montacerdos si todo Montacerdos es el país? Y el país está con hambre, con muchas injusticias, como en Montacerdos. El Perú es la extensión de Montacerdos.

—Con represión incluida…

—Yo creo que Patíbulo y Molotov-suite son obras actuales por los temas que trata, la corrupción, la rebeldía, los enfrentamientos como se ha visto en las marchas y lo que se viene el próximo 19 de julio. La violencia está feroz y ha empeorado en comparación con Montacerdos, que pasa a ser un cuento de hadas ahorita.

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