Cultural

Coco Bedoya: “Te hace artista tu emocionalidad”

El artista resalta la importancia de redefinir el lugar de lo emocional en lo crítico, afirmando que el arte es un enfrentamiento con lo divino desde un lugar emocional.

Crítica. C. Bedoya: “Los artistas ni siquiera están agremiados. Están agremiados los coleccionistas, los curadores, las galerías y no los artistas”. Foto: John Reyes / La República
Crítica. C. Bedoya: “Los artistas ni siquiera están agremiados. Están agremiados los coleccionistas, los curadores, las galerías y no los artistas”. Foto: John Reyes / La República

El taller de Coco Bedoya quedá en uno de los departamentos dentro de las Galerías Geminis de Barranco. Esta lleno de cuadros y huacos, y Coco me recibe contento con sus incónicos lentes de sol y, cómo no, con un pisco para tomar unos chilcanos. Le invito un cigarro y me enseña los libros que muestran el trabajo de su vida. Está próximo a partir a Buenos Aires, en donde vive hace más de cuatro décadas, pero promete regresar pronto. ‘Estoy alistando todo para volverme aquí. Las cosas por allá están jodidas, me dice. Tiene todas las ganas de hacer proyectos colectivos en el Perú como lo ha hecho toda su vida. Es crítico y le reclama a la escena local haberse quedado en el costumbrismo y en lo teórico.

‘Es un neocostumbrismo, pero sigue siendo neo’, dice riendo. ‘No salimos de ser ambulantes. Esa cultura ambulatoria está totalmente descifrada en el mundo contemporáneo. Podemos ver a Pancho Fierro caminando por las calles, pero ya no vendiendo pescados, sino paseando perritos. El tema de lo doméstico y de la vida cotidiana —que está totalmente eclipsada por la modernidad— está en un presente perspectivo. Lo ves, inclusive, en los lugares cool y de alta cultura. Lo ves en esa cosa de la servidumbre, por ejemplo. La esclavitud es un presente. El amo existe’.

-¿En Argentina sucede?

No existe así. Por lo menos no tienen uniforme… Por otro lado, todo ese sector del costumbrismo, doméstico, está totalmente sindicalizado. La clase media respeta mucho la relación con los trabajadores domésticos. Aquí está tanto en el ‘arte culto’ como en el ‘popular’. El ‘culto’ hace un costumbrismo de la modernidad y el ‘popular’ se apropia de las nociones del arte culto de una forma mucho más crítica y mucho más agresiva… El arte culto se está volviendo decorativo y el arte popular se está volviendo cada vez más moderno.

-¿Crees que el vínculo entre la política y el arte aún tiene lugar?

Eso es muy interesante porque no hay soporte social. No hay un público. El soporte social hace a lo político y hace al artista que reflexiona y es crítico con respecto a la sociedad en la que vive. En este momento, después de todo lo que ha pasado en este mundo globalizado, el arte político trabaja para la foto, no trabaja para resolver el conflicto. Las instituciones, que catalogan y absorben y difunden esas prácticas, no tienen representación real en la sociedad. Es como un simulacro y finalmente termina alimentando a un gordo que está atrás del mostrador y que manipula papeles y que hace ideología y que convierte a los artistas en ilustradores de la vida social.

-Y eso hace que el arte no genere un efecto social ¿no?

Exacto. No produce absolutamente nada. Al no haber un actor social ni un sujeto que verdaderamente se haga cargo de esa cosa crítica, la obra queda en un lugar del vacío. Se vuelve solo un simulacro. Resulta siendo la ostentación de lo político, una mueca que ilustra la derrota.

-Es un tema de la sociedad también, ¿no? Pareciese que ya nadie siente una responsabilidad política. La política es vista como algo que compete a las noticias, pero no al ciudadano de a pie…

Es muy interesante lo que decís porque, sin embargo, el mundo simbólico del arte está totalmente atravesado por esa cuestión de lo político. Pero, justamente, es pura ideología, que, por ejemplo, anula todo lo relacionado al amor o a lo espiritual. Hoy el arte está preñado de historia y de ideología, pero el conocimiento no está presente.

-Claro, es como teórico y/o esteta.

Exactamente. El conocimiento para mí, por ejemplo, está en las ciencias duras. Yo esperaría que aparezca en el arte… La ideología desembarcó hace muchos años al igual que la Historia. Pero, más que eso, yo esperaría encontrar conocimiento sobre las emociones. Por eso hablo del amor: lo que nos pasa a nosotros, cómo sentimos, cómo pensamos, cómo vivimos, la cosa emocional del vivir, del crear. Eso es lo que hace al artista, no la ideología ni la historia. Te hace artista tu emocionalidad, la sensación de estar tirado en el medio del desierto y sos un sorete, no sos nada. Es eso la esencia de crear.

-¿Te parece que el entendimiento del vínculo entre arte y  política se ha teorizado y ha apelado a lo conceptual mas no a lo sensible?

Bueno, para mí lo conceptual hace algo para redefinir. El arte es conceptual en sí mismo, pero hay que redefinir el lugar de lo emocional en lo crítico. Pienso que esa es la tarea del arte hoy en día. Lo espiritual está exiliado de la creación. Cuando lees los papers que hablan del arte y de la creación, lo espiritual no existe, el amor no existe. No existe el ser humano, existe una especie de capa que cae y donde ese exilio te va volviendo cada vez más diabólico, porque entras a participar de algo muy externo que no hace a la creación. La creación es un enfrentamiento con lo divino que sucede desde un lugar emocional, y de la capacidad de transmitir y cambiar el mundo. Y el mundo es difícil de ser cambiado, ya lo vemos… En un momento la modernidad construyó esa cosa de que el mundo se podía cambiar. Yo pienso que el arte nunca tuvo esa pretensión de cambiar el mundo, pero el arte acompañó de alguna manera esos vínculos de lo social y de lo político.

-Has tenido mucha participación como activista político tanto aquí como en Argentina e imagino que has recibido muchas críticas y seguramente has gozado de atentados en contra de la libertad de expresión. No sé si me puedes contar un poco de eso…

Ah, buenísimo que hables de la libertad de expresión, porque es el único punto que nos puede unir a los artistas. Sin embargo, acá ni siquiera hay un grupo que levante esas banderas. Creo que el expresivismo artístico es una necesidad y todo el mundo tiene derecho a expresarse, pero en el campo artístico eso no tiene una categoría de arte y está muy bien que eso sea así. Ante mayor cantidad de gente que se exprese, habrán mejores artistas. El mundo está ahora arrojando al ser humano a la creación porque el ser humano no tiene trabajo, no puede hacer absolutamente nada. Mucha gente se vuelve al arte porque hay una desesperación del vivir. Existe un un vacío en esta sobreinformación que vivimos hoy. Todo el mundo está sobreinformado e hipersensibilizado. Y, por eso, hay garabatos de todo tipo… Pero el tema de la creación tiene un régimen que es justamente enfrentarnos a ese caos del mundo contemporáneo que es totalmente siniestro y que nos obliga a repensar la creación desde un punto de vista mucho más humano. Por eso es que yo reivindico el amor en estos momentos y reivindico la belleza y la verdad de la belleza. No hay nada más bello que la verdad. Aunque la verdad de hoy día es muy dura.

lr.pe

PUEDES VER: Vivaldi para todos

-Tú comienzas a hacer tu trabajo en los setentas y abarcas épocas muy duras para América Latina políticamente. Trabajas con el tema de las dictaduras. ¿Crees que eso era un motor más eficiente o menos mentiroso que los mueven el arte hoy?

Mira, nosotros hemos estado viviendo un periodo de status quo en el que quizás el arte no ha tenido la misma vocación verídica que tenía en una época tan compleja políticamente. El enemigo era más claro. Las dictaduras eran regímenes que reprimían a diario. Los artistas luchaban por su propio espacio de creación y contra él. En los setentas, la relación de los artistas con las instituciones era mucho más crítica. Hoy en día las instituciones han colapsado el régimen de la creación. Sobre todo, si lo vemos en el Perú, la institución del arte es débil, precaria y pobre. Los artistas ni siquiera están agremiados. Están agremiados los coleccionistas, los curadores, las galerías y no los artistas. ¡Ni siquiera existe un salón nacional! Ahí te das cuenta de un montón de cosas. Te das cuenta de la carencia que hay en la creación, que es donde se sostiene todo el sistema arte. Es difícil y doloroso ver que es así, pero al mismo tiempo la creación sobrevive porque hay artistas lúcidos que reflexionan sobre estas cosas. Estamos  en un momento de guerras por todos lados, de desigualdades. Por suerte, hay voces de artistas que crean. Hay pocos, pero existen.

-Que quizás comiencen a aparecer con mayor frecuencia, ¿no? Tu generación luchó contra lo autoritario, por la libertad de expresión, or la democracio. Sorprende que hoy los jóvenes voten a candidatos como Milei, Bukele, Bolsonaro. Acá tenemos un gobierno muy autoritario. No es como que el arte haga mucho, pero quizás se despierta una vocación de hacer frente a estas tendencia a través de los artistas…

Claro. Yo, por ejemplo, cuando me fui a Argentina, me ligué a las Madres de Plaza de Mayo y a los organismos de derechos humanos, que aún eran totalmente precarios. Después de la experiencia que tuve acá en Perú, que fue el Grupo Paréntesis, el Grupo Huayco, el Festival Contacta 79, aprendí que el arte tenía un poder que nosotros ni imaginábamos. El tema de la creación, y sobre todo, la creación colectiva pone en evidencia todo lo que sucede. Pero ahora aquí no hay colectivos. La gente está peleando sola. El lenguaje es necesario crearlo, producirlo, sostenerlo e inventarlo. Yo pienso que en el lenguaje colectivo se originan cosas, como, por ejemplo, enfrentarse a la represión, a la censura y a todos esos mecanismos que nos hacen cada vez más mediocres. Sería imposible no reconocer que esas experiencias que mi generación tuvo en los setentas y ochentas fueron maravillosas y que hicieron avanzar al arte peruano a lo que está pasando hoy. Pero aún el arte peruano no sale de esa cáscara o de ese huevo que fue nuestra generación. Ahora lo que me interesa es reinventar el lenguaje.

-¿Cómo ves la relación con el pasado en nuestro país?

En el Perú, el tema del pasado es mucho más fuerte que el presente y el futuro. El pasado precolombino nos muestra que tenemos un montón de agujeros que tenemos que encarar. Ese lenguaje, por ejemplo, lo vemos clarísimo en las obras de Eielson. Uno puede ligarse al pasado para hablar del presente y del futuro. Es decir, la creación en el Perú es clarísima por dónde viene y no hay que irse a ese mundo globalizado de las citas. Vivimos en un país en el que el tema de la frontera está en todos lados. Vemos diariamente la desigualdad, el racismo, la discriminación. Eso está en el lenguaje cotidiano cuando a uno le dicen pobre, burro, bruto, torpe, tonto, tosco, necio, zafio, patán, mersa, grasa, chino, cholo, cheto… Son todas palabras de cinco letras... Es un pentagrama del horror… El lenguaje en el perú está hecho para lo indeterminado. Te dicen, nos vemos, hablamos, sí, nos juntamos. No hay nada concreto. Nadie cumple. La gente te caga todo el tiempo, te hace mierda, te limita, te hace perder el tiempo y la energía. Es un país muy tóxico.

-¿Por eso te fuiste?

No, me fui por amor. Me enamoré de una porteña, con la cual tuve una hija, y duré veinticinco años. Pero ahora regreso porque el Perú es un amor para mí. Tengo personas que amo profundamente aquí. Y en Argentina todo lo que está pasando es como para irse corriendo. Yo no pongo un dedo por Milei, pero reo que hay mucho para hacer acá. Así como yo me jugué por Argentina en un momento, ahora pongo todos mis cartuchos por el Perú.