En las alturas del Perú, Bolivia, Chile y Argentina, habita la vicuña, un camélido de Sudamérica cuya lana es considerada un lujo. Con un diámetro de solo 12 a 14 micras, su fibra supera en fineza al cachemir y mohair. Esto lo convierte en un símbolo de exclusividad y alta costura, por lo que tiene un importante valor económico en el mercado internacional.
Históricamente, la vicuña fue valorada por los incas, quienes reservaban su uso para la nobleza. En la actualidad, su lana es buscada mundialmente por su calidad y suavidad, lo cual refleja un legado cultural y natural de la zona sur de América.
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La lana de vicuña alcanza precios exorbitantes debido a su rareza y calidad. Un kilo de fibra sin procesar puede costar hasta US$500, según la BBC; y un abrigo de vicuña puede valer miles de dólares. Esta fibra, recogida con cuidado y respeto, representa no solo un bien de lujo, sino también un testimonio de habilidad y tradición.
Su comercialización responsable beneficia la continuación de la especie y genera ingresos económicos a las comunidades vicuñeras de Sudamérica. En el Perú, por ejemplo, en la región de Huancavelica, las localidades que se dedican a ello pueden llegar a obtener 2 millones de soles por la venta de fibra de este emblemático animal peruano. Así lo dio a conocer en 2022 el Gobierno regional local.
La vicuña estuvo en peligro de extinción en el siglo pasado. Foto: Andina
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En el siglo pasado, la vicuña estuvo al borde de la extinción debido a la caza furtiva. En el Perú, por ejemplo, había menos de 10.000 ejemplares, pero, gracias a esfuerzos de conservación y la creación de reservas, su número ha aumentado a más de 200.000, según informó el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor). Así, este país de Sudamérica cuenta con la mayor población de esta especie en todo el mundo.
La obtención responsable de la lana de la vicuña se realiza a través de una práctica comunitaria conocida como chaku. Este método consiste en esquilarlas de manera cuidadosa para asegurar que no se les cause ningún daño o estrés.
El chaku es una práctica ancestral que contribuye al cuidado de las vicuñas. Foto: Andina
Dicha práctica es acompañada por expertos y autoridades de Gobiernos locales para corroborar el bienestar de los animales. Además, este método ha sido clave para la recuperación de la población de vicuñas desde su peligro de extinción en la década de 1960.