Probablemente no hay declaraciones ministeriales más autocríticas que las de Carlos Basombrío, de Interior. A pesar de que es un ministro con éxitos, no pierde oportunidad de hacer notar hidalgamente la distancia entre lo alcanzado y la enormidad de la tarea que queda por hacer. Esta elegancia no le ha significado menos aprobación que la de sus colegas. Es una sinceridad necesaria. Pues a medida que avanza el trabajo de la policía, se va poniendo en evidencia que el delito en el Perú es un enemigo mucho más formidable de lo que se pensaba. Las capturas se han multiplicado notablemente, pero hay días en que eso parece un rasguño frente a la capacidad de delinquir de nuestra sociedad. Parte del éxito ha consistido en que la policía como institución, a la cual muchos consideraban una causa perdida, ha participado activamente en el nuevo ritmo de las acciones a favor de la ley y el orden. Esto incluso cuando ha habido policías corruptos perseguidos por su participación en actividades criminales, que no vienen siendo pocos. Entre los mensajes de Basombrío está la advertencia de que la lucha contra el delito encostrado en la vida social será larga, lo cual exige empeño y persistencia, un sentido del propósito, y un manejo del largo plazo estratégico. Basombrío y su equipo policial lo están aportando. Ayudaría mucho un aumento de los recursos disponibles para las tareas. Lo que se viene descubriendo sobre el crimen organizado está dejando al país con la boca abierta. La estructura de las bandas descubiertas y desarticuladas en estos tiempos muestra una criminalidad insospechadamente versátil, instalada para el largo plazo. No parecen iniciativas excepcionales, sino operaciones instaladas por todas partes. Limitado y todo, es un buen momento para la policía. Es de esperar que en esta etapa de avances la policía nacional cambie, reduciendo su tolerancia a la corrupción entre sus filas, incrementando su eficacia, incorporando más tecnologías modernas a sus recursos, fortaleciendo sus lazos con la comunidad, y ciertamente obteniendo mejor remuneración para su arduo trabajo. Pero visto hacia adelante las soluciones no son solo policiales. También comprometen a la educación y a los medios de prensa, formadores de la conciencia ciudadana. Un ministro solo no puede hacer milagros si el resto del país no lo ayuda.