Un grupo de licenciados del Ejército Peruano, con todo el derecho de incursionar en política, se reúne en Ayacucho y Arequipa para seguir el convoy de Keiko Fujimori por lo que ella misma ha denominado “la ruta del Sur Andino”. Son decenas de hombres y pocas mujeres. No habría ningún problema excepto que todos están “uniformados” de camuflaje y responden a una articulación vertical, en el que un superior los organiza, de acuerdo a las normas de comando básicas. Responden al saludo por zonas geográficas, por sectores, y mantienen un estilo obviamente militar. Hay una página de Facebook con múltiples fotografías; en una de ellas, tomada en Lucanamarca, uno de los lugares más golpeados por Sendero Luminoso, un comando le toma la mano a una mujer para casi obligarla a portar una taza con la foto de Keiko. En otras fotos que salen en otras páginas web, vemos a los comandos keikistas sobre camionetas pick-up, con banderas y pancartas, y uno de ellos con cara de pocos amigos, enseñándole el dedo medio a alguien. Estas y las otras imágenes me dan miedo: me hacen recordar el fascismo no de los camisas pardas mussolinianas sino de los peronistas, incluso, de los comandos de Maduro, hombres y mujeres, vestidos con uniformes de camuflaje y portando AKMs del hombro por los barrios bravos de Caracas. El fujimorismo que, repito, es un sentimiento autoritario y no una ideología, atrae como a imán a quienes quieren hacer del Perú un cuartel. El autoritarismo no es simplemente autoridad: ser autoritario implica imponer y no gestionar con legitimidad. Ser autoritario implica ningunear al otro, reducirlo a un ser tutelado, subalternizarlo para tomar decisiones sin él o ella. Implica creerse superior y no estar al servicio de los votantes y ciudadanos. Entregar un táper naranja con comida para conseguir votos, o un vaso con la imagen de la lideresa, no es necesariamente autoritarismo pero sí, obviamente, clientelaje, que es la otra cara de la misma moneda. Como ha dicho Fabiola Bernardo Manrique: “Me duele [...] solo imaginar lo que puede venir para el país y de saber que no solo los que recibieron un táper o un kilo de arroz están con Keiko sino personas que uno creía supuestamente informados [...] no entiendo, quizás quieren su táper pero a mayor escala, con trozos del país dentro...”.