Deploro que facciones izquierdistas -generalmente encabezadas por los “alumnos eternos”-, que se atribuyen la representación de la mayoría de sanmarquinos, tomen medidas radicales para oponerse a necesarias reformas en la currícula.,Las imágenes de encapuchados agazapados detrás de barricadas construidas con restos de carpetas y escritorios, y de policías escudados por una tranqueta dentro del claustro universitario en busca de estudiantes en medio de humaredas de gas lacrimógeno, me devolvieron a San Marcos de los años 80 y 90 que conocí y sufrí y sobreviví. Regresé a la Ciudad Universitaria para completar la carrera que interrumpí por el conflicto armado, la persecución fujimorista y el exceso de trabajo. Encontré que la mitad de materias que había aprobado en el pasado, había desaparecido, por lo que, como cualquier otro alumno, tuve que estudiar nuevas asignaturas para completar los créditos. Luego de tres años concluí y de inmediato rendí el examen para una vacante a una Maestría como un aspirante más. Soy alumno sanmarquino, y si algo aprendí en las aulas, es que nunca se debe dejar de adquirir conocimientos. De otro modo, me habría resignado a terminar mis días de periodista como columnista de opinión o relator de noticias. Por experiencia conozco que hay derechos estudiantiles que fueron conquistados mediante la lucha, especialmente para mejorar la calidad de la educación. Pero deploro que facciones izquierdistas -generalmente encabezadas por los “alumnos eternos”-, que se atribuyen la representación de la mayoría de sanmarquinos, tomen medidas radicales para oponerse a necesarias reformas en la currícula. Como rechazo que se pretenda imponer nuevas reglas académicas mediante el tanquetazo. Se suponía que ambas formas de pretendido avasallamiento autoritario habían sido superadas en San Marcos. La reciente toma y desalojo de la Ciudad Universitaria nos indica que todavía hay sectores que no se despojan de las viejas prácticas que hicieron mucho daño al claustro. Ya pasó el tiempo en el que un grupo tomaba el local de la universidad si no le gustaba una materia o no le agradaba un profesor, y de enviar pelotones policiales para restablecer el orden a patada limpia. Si los sanmarquinos persistimos en la pedrada pelada o la granada lacrimógena, quiere decir que no hemos aprendido nada.