Los regímenes autoritarios ya controlan aspectos de Internet, y si las democracias occidentales van a mantenerse en su sitio, tendrán que emprender un camino parecido.,El desprestigio de Facebook probablemente va a cambiar el panorama de la vida en Internet. Por lo pronto los usuarios, que parecíamos los reyes de la nueva tecnología, hemos aparecido como verdaderas lornas, inadvertidamente utilizados como carne de cañón en las guerras electorales. La nueva sospecha es que la deliciosa libertad en las redes se ha convertido en una trampa para los ciudadanos. No es solo la recién denunciada entrega de datos privados a los persuasores de campañas (Brexit, Trump), sino además la aparición de vicios fundamentales en las interrelaciones de la comunicación, como las falsas noticias difundidas por millones y viajando a la velocidad de la electricidad. Así, Facebook y otras empresas similares han relativizado los resultados electorales en el mundo. Los primeros intentos de los gobiernos de arreglar esta situación por la vía legal se han topado con un Mark Zuckerberg arrogante y negador, que siente que no hay mucho que cambiar en su millonaria operación. Los fiscalizadores han empezado su trabajo, decididos, pero a la vez conscientes de que también hay mucho que cuidar en las empresas dedicadas a la comunicación global entre los ciudadanos digitales. Sin embargo es bastante claro que más temprano que tarde va a haber regulación, y no solo para Facebook. Los regímenes autoritarios ya controlan aspectos de Internet, y si las democracias occidentales van a mantenerse en su sitio, tendrán que emprender un camino parecido. Las gigantescas empresas de Internet tendrán que parecerse cada vez más a las de otras ramas de la economía. Un relativamente largo periodo de gigantescos beneficios de Internet está empezando a cambiar, y la sensación hoy es que recién la gente comienza a conocer lo que significa el mundo de Internet. El caso Facebook sugiere que ella está siendo devorada por los grandes intereses, que no son solo las grandes potencias. Big brother se ha materializado en Big data. Mientras todo esto sucede, en la política y el periodismo se siente cada vez más los efectos de una suerte de irresponsabilidad-hormiga que permite a cualquier persona (a menudo anónima) decir cualquier cosa sin tener que afrontar sus consecuencias. Las ventajas de la nueva libertad aún superan a sus inconvenientes. ¿Pero por cuánto tiempo?