No es nada casual, en este contexto, que Keiko haya sido la principal responsable de la caída de PPK.,Salvo un hecho impredecible, como un desastre natural, lo más probable es que la suerte política del presidente Pedro Pablo Kuczynski este echado. Los llamados “kenyivideos” han sido esta suerte de kriptonita verde de aquel que se creía, hasta hace pocos días, un Superman de la política, es decir, un presidente duro de vacar. Todo indica que la oposición en el Congreso, si PPK no renuncia antes, tiene más de los 87 votos que se requiere para vacarlo. Y es que en realidad la estrategia por la que optó PPK para quedarse en el poder resultó muy costosa no solo porque al indultar a Alberto Fujimori rompía con el sector antifujimorista que lo llevó a la presidencia hace casi dos años y que lo protegía de los ataques del keikismo, como se mostró en el primera votación para vacarlo, sino también porque al fracturar al fujimorismo realmente existente, esto es el sector que encabezaba Keiko, y aliarse con Kenyi, se ganó un enemigo que para subsistir políticamente tenía como obligación liquidarlo ya que tanto su permanencia en la presidencia como su alianza con Kenyi amenazaban su liderazgo en el movimiento fujimorista. El resultado de todo ello fue una estrategia que en lugar de ganar aliados lo terminó por aislar social y políticamente a PPK, que permitió juntar lo que antes estaba separado (el keikismo con el antifujimorismo) y que al emplear como principal mecanismo la compra del voto de congresistas terminó siendo una estrategia peligrosa y finalmente muy frágil. Bastaba que se descubriera esta “compra” de congresistas, como ha sucedido en estos días, para que se legitimara y legalizara la renuncia o vacancia del presidente. Keiko sabía muy bien que descubriendo estas “compras” de congresistas hundía no solo a PPK sino también a su propio hermano convertido ahora en su enemigo. No es nada casual, en este contexto, que Keiko haya sido la principal responsable de la caída de PPK. Ni tampoco que se hayan empleado métodos montesinistas, como son las grabaciones y videos clandestinos, para provocar la renuncia o vacancia presidencial. Hoy Keiko está más fuerte que antes. Incluso hasta podría recuperar la mayoría que perdió en el Congreso. Tan es así que el mismo Congreso ha iniciado el desafuero de varios congresistas entre los cuales está su propio hermano Kenyi, algunos congresistas kenyistas, y los oficialistas Mercedes Araoz y Carlos Bruce. Keiko no quiere ninguna oposición ni en sus filas ni en el Congreso ni tampoco en el próximo gobierno. Por eso cuando se cuente más adelante y lejos de las pasiones esta historia de la renuncia o vacancia de PPK, va a tener como una de las causas más visibles: la lucha abierta entre los hermanos Fujimori. No es extraño, por ello, que nos parezca estar frente a una suerte de tragedia shakesperiana, donde las pasiones, los odios, los celos o los amores excesivos conducen a los sujetos a la muerte. Y si bien no es la primera vez que contemplamos una “tragedia” de este tipo en nuestro país -durante el gobierno de Ollanta Humala vimos algo parecido- lo que muestra la importancia que tienen hoy las familias en la política y en este juego de poder, lo que nos debe interesar, además, es que el enfrentamiento que han tenido y tienen los hermanos Fujimori tanto en lo que respecta a la suerte de PPK como en definir quién encabeza el movimiento fujimorista, bien podría significar una “era keikista” al interior del fujimorismo. Tan es así que a la propio Keiko no le importa mucho que el cisma y la crisis que se vive al interior del fujimorismo afecte el liderazgo histórico de Alberto Fujimori, es decir de su padre. Por eso creo que es posible pensar un futuro político en el cual los sectores progresistas, democráticos y de izquierda, sean los encargados de enfrentar esta nueva hegemonía fujimorista. El fracaso de PPK como una alternativa democrática de derecha al fujimorismo es la mejor demostración que repetir ese camino solo agrava y prolonga la crisis del país. Por eso un nuevo camino es un gobierno de transición encabezado por Martín Vizcarra y la convocatoria a nuevas elecciones generales en un plazo breve, que deberán ser amplias, transparentes y en las cuales la corrupción en el financiamiento de las campañas y las prácticas montesinistas sean castigadas.