La idea misma del golpe parlamentario no convence como destino durable de la crisis que se ha fabricado en su hemiciclo.,El salto lógico de 87 votos a favor del debate a 87 votos a favor de la vacancia es fácil de dar. Pero esa identidad redonda es engañosa, y cifra tan exacta debería mover a un poco de reflexión. De aquí a la votación del 23 algunas cosas pueden moverse. Quizás no todos los que estuvieron a favor de la votación están a favor de la vacancia. Consideremos la lógica de un apostador. La vacancia que parece a punto de ganar sin embargo estaría a un solo voto de la derrota. Bastaría que en una semana un solo congresista cambie de opinión para que el castillo de la vacancia se desmorone. La vez pasada cambiaron de opinión, o revelaron su cambio, unos 10. Se trata, pues, de una apuesta riesgosa. La vez pasada votaron 79 por la vacancia. Desde entonces las cosas se han movido en los partidos del Congreso, en las dos direcciones. Es notorio es que los partidos se han vuelto más porosos, y casi no hay bloques cerrados por la vacancia. Eso, más las movidas asolapadas de las cúpulas, permite pensar que la votación no está decidida. Ayer César Hildebrant sumaba solo 83 votos por la vacancia. Quizás el cambio más importante en la historia de la vacancia está en la manera como han viajado las acusaciones, que en este caso están haciendo las veces de argumentos. El primer intento se apoyó en un documento que vinculada a Pedro Pablo Kuczynski con Odebrecht, y con eso Fuerza Popular quiso ir a una vacancia instantánea. La demora liquidó ese conato. Ahora los vínculos con Odebrecht se han extendido mucho, incluso al principal partido vacador. Extendido y profundizado, en verdad. Así la disposición a votar contra PPK aparece como un acto de inocultable hipocresía. Se ha, como dice Gustavo Gorriti, emparejado el campo de juego, y la acusación de inmoralidad pierde peso relativo. De diciembre a la fecha ha habido tiempo para darle vueltas a las consecuencias de la vacancia, y cada vez menos gente la puede ver como una solución. Más bien parece la antesala de más intentos de vacancia, y de la liquidación del presidencialismo, sin nada que lo reemplace. Pues la idea misma del golpe parlamentario no convence como destino durable de la crisis que se ha fabricado en su hemiciclo.