Kenji Fujimori, Julio Guzmán y Alfredo Barnechea son ahora los preferidos del público, con Keiko Fujimori en un cuarto lugar.,Tarde o temprano iba a suceder. La encuesta de popularidad/aprobación Pulso Perú sobre políticos muestra un panorama novedoso. El bloque de punteros habituales se ha diluido, y la segunda fila ha pasado al frente. Kenji Fujimori, Julio Guzmán y Alfredo Barnechea son ahora los preferidos del público, con Keiko Fujimori en un cuarto lugar. La popularidad no es lo mismo que la intención de voto, pero suele ir en esa dirección. La encuesta es además un claro comentario sobre los efectos del tóxico candelero judicial-político de este año. Hasta aquí ser acusado con o sin motivos costaba puntos, pero nadie los estaba recogiendo. Eso ha comenzado a cambiar. Sin embargo la novedad tiene un límite. Guzmán y Barnechea ya fueron candidatos en el 2016. En realidad salvo Marco Arana, penúltimo de los ocho citados (Alan García es el octavo en la encuesta), todos fueron candidatos. Pero en este tipo de consulta el nuevo orden de llegada y las cifras relativas lo son todo. Lo que quita espectacularidad es que las próximas elecciones estén tan lejos en el tiempo. Otro fenómeno a tomar en cuenta es que si bien Verónica Mendoza, Gregorio Santos y Marco Arana están cerca de la cola, las simpatías por estos tres izquierdistas puestas lado a lado suman 53%. Vistos en conjunto, una situación improbable, representarían una suavísima materialización de los vaticinios sobre el avance de la izquierda. Algo interesante es que toda esta mejoría les ocurre a personas que no están haciendo campaña, ni gozando mucho de la atención de los medios. Lo cual la hace una suerte de ejercicio de la memoria, es decir un reordenamiento de las opciones del 2016. Es decir, el proverbial candidato inesperado, incluso desconocido, no ha aparecido todavía. ¿Está la mesa tendida para esa segunda etapa del desencanto, en la cual el electorado empieza a entregarle sus sorpresas al sistema electoral? La encuesta sugiere que se acabó el teflón, y que eso está empezando. Si es cierto que Odebrecht quita puntos, el trasvase de popularidades todavía se puede volver más intenso. Pero como van las cosas, dentro de un tiempo todos vamos tener problemas para distinguir lo que es Odebrecht de lo que no es Odebrecht. Ese estado de animación suspendida de la política y el desarrollo tiene años por delante.