La modernización no ha reducido el problema. Más bien lo ha intensificado por todo el país. ,Es una caída interprovincial que parece indetenible. Con los años he acumulado docenas de columnas sobre el tema, con diversos grados de indignación. Ni las mías ni las ajenas parecen haber funcionado, como que la cosa no va por el lado de la protesta del público, que nunca ha sido mucha. Tampoco parece ir por el lado de la legislación. Hay una suerte de mansedumbre en estos, y empieza con el hecho de que la gente se siga subiendo a los buses interprovinciales. Para la mayoría no hay más opción. Un boleto de avión en estos días cuesta más o menos US$200 (aunque hay ofertas), frente a un máximo, en las rutas más largas y las empresas más cómodas, un par de cientos de soles. Cuando uno mira las fotos de las catástrofes, ya rara vez los buses son carcochas destartaladas, y por lo menos el chasís de camión, si lo hubiera, no se nota. Las empresas de transporte terrestre se han modernizado, con unidades cada vez más vistosas y cómodas, cuando el chofer no organiza un hacinamiento un poco más allá de la salida del terrapuerto. No son, pues, los buses en sí mismos. La lista de sospechosos no es tan larga: las pistas mal trazadas o carcomidas por los elementos naturales; los choferes irresponsables o sometidos a prácticas laborales agotadoras; la tolerancia de las autoridades, que incluye sanciones leves, o mal aplicadas, o simplemente no aplicadas. Y no olvidemos la patética coartada de la fatalidad. Pero quizás no deberíamos exculpar tan rápido a los buses. Las unidades han venido creciendo, en la búsqueda de una economía de escala, mientras que las carreteras del Perú, con cortas excepciones, siguen siendo los estrechos y temibles serpentines del día en que fueron construidas. Verdaderos accidentes esperando suceder. La verdad es que no ha aparecido un elemento nuevo en la forma de abordar el problema de estos accidentes. En todos estos años (es decir desde que hay transporte terrestre) ni el Estado, ni el sector privado, ni los usuarios han puesto en marcha alguna iniciativa esperanzadora que ataje la epidemia de masacres en la carretera. La modernización no ha reducido el problema. Más bien lo ha intensificado por todo el país. La expresión error humano no puede ya referirse solo a los choferes.