Odebrecht y ahora PPK en realidad han echado sombras sobre toda un área de la producción nacional, abriendo las puertas a una sospecha interminable.,Las acusaciones a Pedro Pablo Kuczynski vienen refinándose, intensificándose, y tomando un giro nuevo. Ya no es solo el posible contacto comercial doloso con Odebrecht, sino además el haber vivido de los dos lados de la ventanilla Estado/sector privado. La famosa puerta giratoria que define negocios incompatibles para un funcionario público. En otras palabras, no se necesita la presencia de un ente corruptor como Odebrecht para definir a un negocio como algo incorrecto. La incorrección estaría en la relación misma, puesto que hay leyes definidoras del conflicto de intereses para funcionarios públicos de todo nivel. Si acaso PPK ha incurrido en ello, no está ni remotamente solo. El capitalismo actual ha derribado el antiguo tabique que separaba al empresario del político. Nunca fue un tabique absoluto, pero más o menos definía diferencias. Las leyes sobre esto eran, o parecían, suficientes, o simplemente no eran tomadas en cuenta mientras no brotara un escándalo inocultable, por lo general una quiebra. Desde hace ya cierto tiempo hay en los altos cargos públicos una fuerte presencia de personas que son accionistas o altos funcionarios en el sector empresarial. Por lo general el paso de estas figuras por el Estado ha sido transitorio y la actividad de las empresas ha sido permanente, y en algunos casos inevitablemente ha incluido bienes y servicios para el Estado. La coincidencia nunca fue vista como un terreno peligroso, sino un espacio que podría prestarse a incidentes menores. Al tocar a la Presidencia de la República el caso de PPK está sugiriendo ampliar el campo de la mirada, bastante más allá de Odebrecht. Es decir la configuración de la puerta giratoria como un problema en sí mismo. Odebrecht y ahora PPK en realidad han echado sombras sobre toda un área de la producción nacional, abriendo las puertas a una sospecha interminable, que la opinión anticapitalista del país ya tenía: la idea de que los negocios son sucios por definición, y más cuando cruzan la frontera de lo público-privado. No estamos planteando que las cosas sean necesariamente así. Pero sí sugerimos que un clima de acusaciones en expansión no se presta a las mejores auditorías en el terreno de los negocios.