Pedro Pablo Kuczynski ha hecho muy bien en no renunciar, como se lo pidieron a tanta velocidad el fujimorismo y algún otro grupo. La premura de sus enemigos políticos, interesados en que renuncie al instante, es sintomática. Buscaba atarantar a PPK e impedirle toda defensa, y desprenderse de él sin tener que salir a buscar los votos ajenos para la vacancia, y convencer a los propios. Al anunciar que no renuncia (un poco como Augusto B. Leguía en el intento de golpe civil de 1909), PPK pone en marcha varias batallas. Una política por convencer a medio Congreso de darle el beneficio de la duda, y espacio para su defensa. Una legal en la que va a necesitar muy buenos abogados. Una tercera por transmitir adecuadamente sus argumentos al público. Pasado el primer impacto, PPK puede ser visto como uno más entre los muchos políticos obligados hoy a explicar los alcances de su relación con Odebrecht. La comisión Lava Jato lo visitará con el ayuda-memoria que les alcanzó la empresa. La fiscalía ya ha abierto investigación. Los trolls ya rugen en sus diminutas celdas conceptuales. Pero sin duda la aparición de la empresa Westfield define un antes y un después en la presidencia de PPK. Para unos es la primera clarinada seria de una partida inevitable. Para otros marca la aceleración de la crisis política iniciada en el 2016, convertida ahora en la nueva normalidad. Incluso hay quienes ven a Westfield como la oportunidad de un nuevo acuerdo entre las partes. Lo que Westfield no va a impedir es que la investigación de la fiscalía a Fuerza Popular se frene en seco. El pedido de FP de la renuncia inmediata de PPK apuntaba a eso, a evitar una carrera contra el tiempo. Sobre todo ahora que los papeles de Odebrecht parecen mucho más asequibles para la justicia peruana que antes del intento de putsch que acabamos de ver. PPK no puede confundir su situación con la de Alejandro Toledo, cuando las ganas de vacarlo fueron puestas de lado por un sentido de responsabilidad ciudadana de la oposición. Hoy esa oposición no existe, y por lo tanto mantenerse a cargo del mandato recibido en las urnas ha pasado a ser casi un trabajo a tiempo completo.