Hace 9 meses escribí acerca de la crisis que estábamos por transitar (https://goo.gl/r2MfLL): “Esta es la segunda gran crisis moral e institucional que como país nos toca después de la corrupción centralizada del fujimorismo de los noventa. Ahora la maraña corrupta ya no se circunscribe al fujimorismo, sino que interpela a la democracia y a los presidentes posteriores al régimen de Fujimori: Toledo, García y Humala. E incluso los nombres de Castañeda, Villarán y PPK pueden terminar implicados”. No pasaría mucho para que el Perú empezara a acusar recibo del papel de sus políticos en el caso privado-público más grande de corrupción continental del que haya hasta hoy registro. Porque conviene puntualizar que el caso Lava Jato-Odebrecht es solo un caso de gran empresa privada coludida con autoridades en el Perú. Y nos recuerda que es la forma en que operan desde hace décadas las relaciones funcionarios de gobierno-gran empresa. Este modo de operar, con el paso de los años, ha desarrollado todo un sistema complejo y útil a los coimeados y coimeadores: cómo ganar concesiones, sacarles la vuelta a los presupuestos originales con las adendas que encarecen la obra en perjuicio del país, que debe soportar obras deficientes porque ni el coimeado puede reclamar ni el coimeador dejará de cuidar más su bolsillo. Doble pérdida para el país. Triple en verdad porque este sistema hace que otros, no corruptos por iniciativa, sientan que es la única forma de competir (por supuesto que no es justificación para volverse corrupto) y se sumen a este ecosistema perverso. Y los que no juegan el juego corrupto quedan fuera. Es decir, se fomenta la corrupción de privados-públicos y se deja de estimular la honestidad y el debido procedimiento. El otro sistema paralelo que este modo de operar corrupto genera es el de las finanzas personales oscuras, desviadas, escondidas en paraísos fiscales, bajo nombres de terceros, o directamente lavados mediante conferencias, cocteles, rifas, campañas publicitarias y demás. Pero el crimen perfecto es una utopía. Eso debieran saberlo ya los corruptos de turno. Basta mirar a la Diroes y a la Base Naval del Callao donde pasan sus días dos de los hombres más poderosos hace dos décadas. Dos sujetos que eran virtualmente dueños de casi todo el Perú. Su sórdida red de cómplices y vasallos –algunos lúcidos e intelectuales pero de moral vulnerable– recorría todas las estructuras de la sociedad. Aun así cayeron. Pero el poder es un afrodisíaco que ciega igual a genios como a lelos. Keiko y sus acompañantes, sin lucidez cognitiva o brillo intelectual alguno; la mayoría sin la menor instrucción (aun teniendo dinero para instruirse), están hipnotizados por los sublimes privilegios del poder. Eso, sumado a la moral igual de deleznable que la de los acompañantes de Alberto, los iguala en su ambición y angurria por más poder, estatus y privilegios banales. El poder es la debilidad de los soldados de la miseria. Por poder matan, y por poder, los veremos morir. Como murieron del poder Alberto y Vladimiro. El caso de García es particular. Por un lado porque él sí tuvo un partido que heredó gracias a sus propias habilidades y no al mero apellido como en el caso de Keiko. Y porque ha sido gobierno y tuvo la astucia de incrustar bien las uñas largas en algunos de los poderes más cruciales del Estado, que además le aseguraría impunidad a sus decenas de decenas de delitos imputados. También porque por años hizo pasar su habilidad oral por brillantez intelectual. Se mostró, sí, experto en demagogia y retórica. Pero toda una vida y dos gobiernos llenos de acusaciones de corrupción y otros delitos (hasta el asesinato), no pueden sino convertirse en una forma de vivir. Sobre todo si se siente la seguridad de la impunidad que descansa en la filiación partidaria de funcionarios de la ley, que es vox populi. García no ha tenido que entrar a prisión para caer en desgracia. En eso hasta ahora ha ganado él y perdido el Perú. Pero su desgracia la ha cavado solito por el exceso de confianza en sus salvaguardias. Los narcoindultos lo sepultaron política y socialmente. ¡5% y rezarle al JNE para que por él no desapareciera el partido! Por autocomplacencia perdió toda la credibilidad de laboratorio que tantos años, discursos, manipuleos, alianzas oscuras le costó. Y no ha perdido aún todo su poder ni todo su dinero, pero hacia allí parece caminar con Lava Jato. Esta crisis aún tomará tiempo en resolverse porque el animal más peligroso es el que está herido y acorralado. Intenta resistir mordiendo y pateando. Esperando que otros caigan antes que ellos. De Keiko y AG ya se sabe. Pero si PPK también está involucrado, esta crisis será aun más compleja y peligrosa, porque los animales huelen el miedo entre sí. Correrá sangre.