Yo voté por Susana Villarán para la alcaldía de Lima en el año 2010. Lo hice pensando firmemente en que necesitábamos una opción diferente, que quisiera acercarse a las organizaciones sociales antes que al dinero. Que quisiera emprender grandes reformas antes que darle sólo pan y circo a la gente, que promoviera el arte y no sólo buscara publicitarse a sí misma. Pero lo que sucedió fue que, poco a poco, terminé decepcionándome de Susana Villarán, quizás antes de tiempo. Me decepcioné de Susana antes de su candidatura con Daniel Urresti, antes de todo este escándalo y probablemente antes de todos los delitos que ahora estén por probarse en lo que fuera su gestión. Todo empezó en el mismo año de elecciones, el 2010. Patria Roja y el resto de la izquierda apoyaron a Susana Villarán en su postulación a la alcaldía a través de una coalición, en gran parte quizá debido a que Fuerza Social (FS), el partido de la ex alcaldesa, no tenía por sí solo el respaldo suficiente. Era una unidad de la izquierda con miras a acceder al sillón municipal. Y todo bien con eso. En medio de la campaña –en septiembre de ese año– Susana Villarán decía: “Patria Roja aporta mucho y estamos caminando con lealtad”. El 3 octubre, luego de ganar las elecciones, la misma Susana decía: “No le debo a nadie, ni a Patria Roja ni a los empresarios”. ¡¿Qué?! ¿Qué concepto de lealtad tuvo Villarán para luego echar por la borda todo el apoyo que la izquierda, entre ella Patria Roja, le dio?… En fin. Ella era la primera mujer elegida alcaldesa de Lima por voto popular, empezó con el 2% de la intención de voto y miren hasta dónde llegó. Al menos eso era lo que me repetía yo en ese entonces. Pero en diciembre de ese año estalló la cosa. Los medios de comunicación empezaron a filtrar una carta que Susana escribió desde Madrid dirigida a los militantes de su partido. Fuerza Social había firmado una alianza formal con Patria Roja y con los fonavistas… y a ella no le gustó. Si esta alianza era o no lo correcto poco importa para los efectos prácticos de esta columna. Villarán había mandado una carta advirtiendo que las decisiones que su partido tomara, mientras ella estaba en Europa, traerían consecuencias y proponía como “salida decorosa” dejar sin efecto dicha alianza. Yo estaba perpleja. ¿Cómo puede alguien, una persona, querer “bajarse” un acuerdo partidario? Dentro de mi formación, la democracia partidaria y el respeto a las decisiones colectivas eran principios fundamentales y parecía que esta señora no lo entendía. Es ahí cuando empezó mi decepción. Cuando escucho a quienes dicen ser “leales” con Susana hasta el final, me vienen a la mente las veces en las que sentí que Susana fue muy poco leal con quienes la llevaron al poder. Negó y quiso ocultar el apoyo de organizaciones y quizás ahora esté haciendo lo mismo, negando otro tipo de apoyos. No soy jueza, pero sí puedo exigir sin ningún remordimiento que se le investigue, como varios ya han dicho, caiga quien caiga.