La información sobre las relaciones de la constructora Odebrecht en el Perú no está fluyendo como se esperaba. No solo porque las entrevistas están demoradas. También porque las declaraciones están sibilinamente restringidas a lo mínimo, sin mayores elaboraciones. Además las grabaciones demoran un tiempo para filtrarse hasta los medios y el público. En este contexto ahora es Jorge Barata quien tiene la sartén delatora por el mango. Su jefe Marcelo Odebrecht ha dado esas opiniones genéricas o anecdóticas a que nos referimos, para luego decir que es Barata, el N°1 de la empresa sobre el terreno, quien puede dar precisiones sobre lo sucedido en el Perú durante el apogeo de Odebrecht en el Perú. Pero Barata no va a soltar su tesoro de delaciones de manera automática. Es público y notorio que él quiere un acuerdo con la justicia peruana que incluya su impunidad, más el salvataje de sus considerables propiedades y fondos en este país. Que es más o menos como se vienen llevando las cosas en un sector del Brasil judicial. Lo de la impunidad parece secundario, pues aun condenado Barata no es extraditable desde el Brasil. Lo principal son los activos varados en el Perú. Lo cual es algo que también quiere la empresa Odebrecht a cambio de una mayor colaboración, y que ella ha obtenido ya en otros países de la región. Mientras tanto están esperando. En otras palabras, la bola está en la cancha de la justicia peruana. Pero un sistema judicial bajo ataque desde el Congreso, con un Fiscal de la Nación acusado por supuestamente no investigar a algunas empresas locales, no va a estar muy dispuesto a extenderle una impunidad negociada al representante (o ex) de una empresa extranjera. Quizás por eso está bajo ataque. De otra parte conceder la impunidad no es garantía de que las confesiones de Barata por sí solas sean decisivas, o siquiera útiles. En realidad no parece haber una idea clara respecto de qué es lo decisivo en un caso que cubre tantos años, tantos gobiernos, tantas obras, y finalmente puede comprometer a tantas personas de los sectores público y privado. La situación puede ser definida como un impase o como un nudo gordiano, sin una salida pronta a la vista.