Pasada la euforia inicial, deberíamos reflexionar mucho sobre el arduo proceso eliminatorio que nos llevará a un campeonato mundial luego de 36 años. Además de alegría, la clasificación de nuestra selección a Rusia 2018 viene cargada de enseñanzas, que podemos aplicar a cualquier campo de nuestras vidas. A la política peruana sin duda. 1. Flexibilidad: Para llegar adonde ha llegado, la selección peruana ha debido atreverse a experimentar una metamorfosis que afecta sus fundamentos. El fútbol preciosista del pasado resultaba lógico, natural, con nombres como Cubillas, Sotil, Cueto o Velásquez. Obsesionados con el toque, la gambeta y el lujo, las sucesivas generaciones intentaron imitar ese ejemplo, con los resultados conocidos. Ha hecho falta reconocer que estos genios no están más para reconvertirnos en un equipo corto, férreo, de obreros, que no teme entregarle la pelota al rival (de hecho, como quedó demostrado ante Nueva Zelanda, Perú está más cómodo cuando no está obligado a proponer) y se hace fuerte desde sus limitaciones. 2. Liderazgo: Perú encontró en Paolo Guerrero ese líder frontal y aguerrido, que no le huye a las patadas y los golpes, capaz de asumir el protagonismo y ofrecer soluciones en los momentos de mayor dificultad, que necesita todo emprendimiento humano. Guerrero ha conseguido ese ascendiente con su juego y compromiso con la selección, no a raíz de sus pergaminos o del éxito que lo precede. Es tan potente que, a pesar de no jugar por un resultado analítico adverso, su presencia se sintió en el campo del Estadio Nacional. 3. Planificación: Ricardo Gareca es un pragmático. Su retórica es sencilla, va a contracorriente de las modas que rigen el fútbol moderno. No le interesa florearse, vender falsos heroísmos ni ser demagógico, y su equipo es un fiel reflejo de esa ideología. Bienvenidos sean todos los medios que permitan acercarnos al resultado, clasificar al Mundial. Si Chile abre un proceso contra Bolivia que beneficia al Perú, los puntos que resulten serán atesorados. Si Colombia domina en Lima, se le empata de milagro y ese resultado alcanza para llegar al repechaje y seguir con vida, no interesa ser deslucido. Eso sí: por más fortuitas que sean, las oportunidades no se desperdician. 4. Consecuencia: Gareca diseñó un esquema y lo mantuvo hasta el final. No importa que Perú juegue contra Brasil o Nueva Zelanda, sabemos cómo se parará: con cuatro al fondo, dos de contención, tres de llegada (dos abiertos y Cueva de enganche) y un solo delantero, Guerrero. También sabemos que tiene un núcleo de jugadores que le ha dado resultados y lo defenderá hasta el fin. Es sintomático que Edison «Orejas» Flores sea titular inamovible y ni la ausencia de Guerrero pueda abrirle las puertas a la convocatoria de Claudio Pizarro, nuestro jugador más rutilante. 5. Terquedad: Con cuatro de 18 puntos posibles, hace solo un año éramos octavos en las eliminatorias, parecíamos sepultados y nadie habría apostado por una clasificación. Donde otro equipo habría bajado los brazos, este prefirió seguir remando, abriéndose un camino de gol en gol, de partido en partido. La selección nunca olvidó que mientras quedaba vida había que pelear, que las clasificatorias no acababan hasta estar eliminados. La celebración de esta semana es una recompensa para el cúmulo de estas y otras virtudes. Rusia, allá vamos.