La joven A.L.L. denunció al sacerdote Félix Pariona Huacre, del seminario San Cristóbal de Huamanga, por tocamientos indebidos y violaciones sexuales. El fiscal Nilo Paredes Chávez, de la Segunda Fiscalía Provincial de Huamanga, archivó dos veces el caso; la primera el 20 de julio y la segunda el lunes 6 de noviembre de este año. Lo relevante para mí son las razones aducidas por el fiscal para el archivamiento, pues revelan un sólido desconocimiento del funcionamiento de la psique humana, en el mejor de los casos. Aduce el magistrado que la adolescente no es coherente “porque cuando vinieron a denunciar a esta fiscalía no mencionaron ningún hecho referido a violación sexual, solamente denunciaron presuntos tocamientos indebidos”. Pero más tarde, ante el psicólogo del Ministerio Público, la víctima añadió que Pariona la violó en varias ocasiones. Esta joven trabaja en el citado Seminario, al igual que sus padres. El sacerdote, cuya sotana le confiere poder en el claustro, la habría amenazado por dos años. Esta situación solo puede conducir a un estado de sumisión y temor. Esto es lo que en psicoanálisis se conoce como transferencia. Por eso es un patrón recurrente en situaciones de abuso: sacerdotes, productores de cine, directores de teatro, figuras literarias o artísticas de prestigio, jefes empresariales, etcétera. También psicoterapeutas, claro está. Una vez que existe este ascendiente, el único límite es la ética de la persona en una situación asimétrica. Al fiscal le sorprende que la víctima continuara acudiendo a su ceWWntro de trabajo religioso, pese a que los abusos y violaciones continuaban. Por eso descarta la denuncia por inconsistente. ¡Esto es lo que sucede en la mayoría de casos! El fiscal Paredes sostiene que si hubiera trauma, la víctima no retornaría al lugar donde la dañaban. La mente humana no funciona con esa lógica binaria. Es precisamente el trauma –más aún cuando es acumulativo como en este caso– lo que ataca las capacidades de pensamiento y autoprotección. Situaciones como esta, en donde las autoridades se someten al poder de la sotana –o a cualquier otro– y se identifican con el agresor, abandonando a las víctimas, se repiten a diario. Es vital que comprendan los mecanismos del trauma. No hay espacio aquí para explicarlos, pero el caso de esta joven los ilustra perfectamente. Por eso es tan importante y necesario el impulso que han cobrado en las redes sociales, en el Perú y el mundo, las valientes denuncias de mujeres que callaron durante años y, como A.L.L., siguieron sometiéndose. Inesperadamente ha surgido una poderosa corriente que ofrece una alternativa, por ahora limitada a mujeres empoderadas, pero todos los cambios significativos son graduales. A falta de sanciones judiciales, ya se ha puesto en marcha una sanción social basada, a menudo, en el efecto acumulativo de las denuncias. No está exenta de riesgos, cierto, pero es mil veces preferible a la situación anterior.