Estamos presenciando un verdadero asalto de la religión a la política. Casi no existe credo sin ubicación en el esquema partidario. Jerarcas eclesiásticos actúan como figuras del poder político, abierta o embozadamente. Grupos de presión religiosa buscan ampliar su influencia en la educación pública y en los nombramientos para los altos cargos del Estado. Pero también podría hablarse de un asalto de parte de la política a la religión. En estos 10 años un fujimorismo cargado de votos pero sin una ideología propiamente dicha se ha volcado cada vez más hacia el fundamentalismo religioso para fortalecer su rangalida canasta de ideas. Las iglesias más conservadoras han recibido a los nuevos socios con entusiasmo, y se han puesto a trabajar. En la medida en que el sentimiento religioso de una mayoría de la población es real, el paso hacia su conversión hacia alguna de las diversas formas de intolerancia es corto. Para ello solo se requiere avanzar en el paulatino desplazamiento de aquellas islas de pensamiento laico, racional o científico que subsisten en la sociedad. Parte de la derecha está apoyando todo esto. El resto del espectro político da la impresión de haber quedado descolocado, preso de un liberalismo que no tiene realmente partidos políticos comprometidos con él. Hoy son las alas más conservadoras de las iglesias cristianas las que se comportan como verdaderos partidos políticos, impulsando formas de extrema derecha para la vida cotidiana. Que un pastor protestante billetudo aspire a la Presidencia de la República es un claro signo de los tiempos. No será el primero que lo intenta. En el 2005 el correcto pastor Humberto Lay candidateó al cargo en alianza con otros líderes evangélicos. Desde entonces las cosas han cambiado, es otro tipo de pastor el que se mueve en la política. Evidentemente el Estado laico, los derechos de las personas, los principios liberales y la libertad de pensamiento están cada día más necesitados de una defensa eficaz. No la van a encontrar en este gobierno, ni en el oportunismo de políticos y partidos que viven cortejando a los administradores de iglesias con copia de recursos y extraños valores. Un gremio cada vez más abundante y activo.