La selección de personal ha ganado especialización con el paso de los años. La necesidad de especialistas que se dediquen a buscar y elegir al candidato idóneo para una plaza es relativamente nueva, pero ya está muy extendida. La idea es que tercerizar este servicio es rentable y suele redundar en mejores resultados. El caso más notable es de los headhunters, cazadores de talento de alto vuelo, generalmente contratados por grandes empresas para completar los estratos superiores de su organigrama. La lógica en el sector privado parece muy sencilla: hay que conseguir al profesional más competente entre quienes están dispuestos a recibir el sueldo que se ofrece. Uno supondría que lo mismo debería ocurrir en el Estado, no por nada es el mayor empleador del país. Pero cuando analizamos caso por caso descubrimos que no siempre es así. De hecho, a veces es todo lo contrario. Orlando Franchini parece un hombre simpático. Cuando le preguntaron por su sorpresivo nombramiento como Presidente de la Comisión de Gracias Presidenciales, este jubilado de 92 años, sin experiencia en política ni conocimiento de leyes (dedicó su vida a los negocios inmobiliarios) respondió con candorosa sinceridad: «Para mí todo es una sorpresa. No me lo esperaba. No sé mucho de lo que me han nombrado. Ni sé quién, ni cómo, ni cuándo». Llama la atención que en un momento tan delicado —con un sector del gobierno empujando la salida de Alberto Fujimori de la cárcel— al ministro de Justicia se le haya ocurrido poner a alguien como Franchini a la cabeza de la entidad encargada de resolver las gracias presidenciales. ¿Acaso se buscaba una marioneta, que le pusiera su rúbrica a un indulto, sin preguntar el nombre del reo o los delitos que motivaron su detención? Pero es en el Congreso donde encontramos la mayor proporción de inútiles para cumplir su función. Quizá el caso más flagrante sea el de Bienvenido Ramírez. Este miembro de la Comisión de Salud —que se hizo famoso por asegurar que «el Alzheimer se da entre quienes estudiaron y leyeron mucho»—, dijo esta semana que el proyecto de ley que busca legalizar el uso de marihuana medicinal era una «puerta abierta para el narcotráfico». A Ramírez le ha salido una dura competencia. Justo en medio del debate por la violencia de género, a la congresista Maritza García se le ocurrió afirmar que las mujeres debían guardar silencio y mantenerse sumisas, si no querían ser apaleadas por «agresores sanos» (sic), a los que sacaban de quicio con frases inoportunas, como «me voy» o «te estoy traicionando». Semejante aberración resulta doblemente grave porque, como se ha repetido, García es presidenta de la Comisión de la Mujer. Así que quien debiera abanderar la lucha contra la violencia de género la justifica y responsabilizando más bien a las mujeres por motivar las golpizas. Encima para hacerlo se basa en «el gran psicólogo y maestro» Iván Molina Salas, quien fue retirado de un albergue de Aldeas Infantiles tras una denuncia por tocamientos indebidos a menores de edad. Indignarse por el desempeño de Bienvenido Ramírez y Maritza García está bien, pero no basta. Finalmente, ¿quiénes son los headhunters que escogieron a estos impresentables para ocupar sus cargos? ¿No fuimos nosotros, los votantes?