Los casos son tratados de preferencia en la sección policiales, pero hay una no tan velada discusión política en torno al feminicidio. Son varias las cuestiones, e incluyen: los derechos de las mujeres frente a los de los hombres, la tolerancia social ante una cultura masculina que exalta la fuerza bruta, las raíces de la violencia en el hogar. Cuando parecía que la cuestión de la igualdad de la mujer ya estaba resuelta en el Perú, una fuerte reacción de derecha esencialmente religiosa ha empezado a cuestionarla. La aproximación es oblicua, pero el propósito claro: desmantelar los avances liberales, y devolver a las mujeres a un estado de, digamos, subordinación natural. Subordinación natural en este caso quiere decir tácita y sin posibilidad de apelación y, en los argumentos más fundamentalistas, anclada en textos y usos de hace miles de años. La crisis de las ideologías laicas ha producido un avance de las iglesias, sobre todo aquellas que predican los mensajes más elementales a los públicos menos instruidos. La congresista que acaba de recomendar a las mujeres no practicar la provocación para evitar el apaleamiento es, aunque quizás no lo sepa, hija de las teorías del tipo “ellas se lo buscaron”, para las cuales hay situaciones que dan derecho al golpe en el hogar. No está sola, simplemente es mucho más candorosa que tantos y tantas de sus colegas. El Estado peruano, como otros, ha legislado contra el feminicidio, lo cual a su vez ha producido una reacción contraria. Uno de los paradójicos argumentos de los enemigos de estas leyes es que en este caso, es decir el caso de la violencia, no se debe dar un derecho diferenciado a las mujeres. Para otros defenderlas es sospechoso de compartir teorías de género. Lo que está en implícito debate en torno al feminicidio es la vigencia de los principios liberales, presentes en la legislación peruana desde la Constitución de 1933. Esos principios son una antigua y densa trama social que ayuda a definir el Estado laico. Es en los Estados confesionales donde mejor florece la violencia contra la mujer. El feminicidio en el Perú ha venido siendo castigado con ejemplarizadora energía, y aun así es obvio que no está siendo realmente atajado. Ceder un palmo en este terreno convertiría el problema en una verdadera epidemia.