No me sorprende en lo absoluto que ministras como Cayetana Aljovín o Mercedes Aráoz estén a favor del indulto o que Enrique Mendoza, ministro de Justicia, haya cambiado por completo a toda la Comisión de Indultos con el claro propósito de facilitar esta nueva genuflexión del gobierno de Kuczynski. Pero que una persona política en el mejor sentido del término, muy bien informado, muy inteligente, lector consumado —uno de los pocos que conoce a mi poeta preferido Cesare Pavese— como el ministro de Defensa, Jorge Nieto, sostenga que en este momento está a favor del indulto a Alberto Fujimori es una clara búsqueda de posicionamiento en el poder. Desde que a Jorge Nieto lo nombraron ministro de Cultura, comenté que no iba a quedarse en tan modesto ministerio. Yo creía, y ahora con mayor convicción, que él puede ser perfectamente Premier, no porque sea tan allegado al presidente, sino porque es un buen negociador, un político de insuperable muñeca, alguien que conoce las militancias de izquierda, y en ese sentido, sabe cómo funcionan las dificultades de los consensos y las oposiciones agonísticas. En otras palabras: un político cuajado que le hace mucha falta a este gobierno de tecnócratas modosos. Todo eso no implica que ahora me sienta pasmada ante sus declaraciones. Nadie comprometido con los derechos humanos podría estar en contra de un verdadero indulto humanitario, sea a un genocida o a un ladrón o a un corrupto, si se encuentra en una situación de gravedad o de claro deterioro por las condiciones carcelarias. Pero este indulto y en estas circunstancias, es solo un guiño hacia el fujimorismo que, dentro o fuera de FP, pretende liberar al patriarca autócrata. Estoy en total desacuerdo con los argumentos de Jorge Nieto: una auténtica política de reconciliación jamás podrá ser construida sobre los cimientos ensangrentados de la impunidad. Una auténtica política de reconciliación pasa por un ministro de Defensa que pida perdón a las 4,893 mujeres —cifras oficiales del RUV— que fueron violadas por los oficiales y las tropas del Ejército y la Marina, por los ronderos, por los senderistas y emerretistas. Porque el Estado, en su función de garante de los derechos humanos, no las defendió. El Estado ni siquiera les ha permitido tener información fidedigna sobre sus violadores ex soldados ocultando la información requerida por fiscales y jueces, excepto en el caso judicializado de Manta y Vilca, que ahora pende de un hilo. Por otro lado, el argumento de la avanzada edad del sentenciado Fujimori es falaz. ¡¿Que Fujimori es un pobrecito viejito?! El presidente de todos los peruanos PPK tiene la misma edad, 78 años, y se le ve bastante rozagante incluso por su humor inglés. Por lo tanto, no podemos hablar de decrepitud para uno y no para otro. Cuidado: el indulto médico a un hombre mayor con problemas de presión arterial es la otra cara de la moneda de la vacancia presidencial para un hombre mayor con supuestos problemas de arterioesclerosis.