El título en inglés de esta nota pertenece a Samuel Beckett. La cita es de mi amigo y colega Miguel de Azambuja, radicado en París. Proviene de su último libro, cuya traducción aproximada sería: ¿Dónde Estabas? Es un texto inclasificable y bello, que espero sea traducido y publicado en su, nuestro país. La frase de Beckett alude a la expresión work in progress, trabajo en proceso, o progreso. Y Beckett, que amaba remar contra la corriente, pues la invierte. Y es así que aterrizamos por acá, pues la impresión que produce el último año es precisamente la de un trabajo de regreso. Más allá de la pugna estéril entre un Gobierno débil y un Congreso fuerte pero alérgico al pensamiento, se advierte una tendencia generalizada a perder las conquistas sociales y culturales de este siglo. Poco a poco, se va instalando un conservadurismo desembozado. Llegamos a extremos tan delirantes como el intento de proscribir la palabra “género”. Como si el solo hecho de usar ese término indispensable para entender la peripecia del Homo Sapiens (remito a los lectores al estupendo libro “Sapiens: de animales a dioses”, de Yuval Noah Harari), fuera a “homosexualizar” a nuestros hijos. De dónde surge, entre otras fuentes del mismo corte regresivo, el movimiento Con mis Hijos no te Metas. Mientras tanto, este mismo movimiento calla estruendosamente ante la presencia de un hermano marista chileno, cómodamente refugiado en el Perú para escapar a la justicia chilena por actos confesos de pedofilia. No obstante, estas situaciones –políticas, religiosas, sociales– concurren a una misma meta: someter a las mayorías sumiéndolas en el miedo y la ignorancia. De este modo la manipulación, esa pasión montesinista, es más fluida y eficaz. Como señala Jacqueline Fowks en la entrevista que le hace Gabriela Wiener en el suplemento Domingo de este diario, hay ahora un ingrediente emocional que no existía en los noventas. Las redes sociales contribuyen poderosamente a propagar estos afectos de sujeción. Javier Marías, el escritor español, lo dice así en una entrevista en El País Semanal: “Uno piensa qué habría hecho Goebbels con Twitter… ¡Habría sido espantoso!” En efecto, los nazis, como Montesinos, solo tenían a su disposición los medios de comunicación tradicionales: la prensa, la radio y, en los noventa, la televisión. De modo que a eso nos enfrentamos: a una ofensiva en regla contra los avances conquistados desde que se cayó o desplomó la dictadura de Alberto Fujimori. El intento de desconocer el fallo del TC, sea o no sea el que ha sido filtrado por el congresista Violeta, va en la misma marcha atrás. Me esperanza lo dicho por otro escritor, Alan Pauls, sobre la Argentina: “No es un país que avance; más bien zigzaguea: se cae, pero se levanta.” Lo que viene a ser la resultante de una pugna mayor que la de los poderes del Estado: aquella entre quienes creemos y los que descreen de la democracia. No obstante, estas situaciones –políticas, religiosas, sociales– concurren a una misma meta: someter a las mayorías sumiéndolas en el miedo y la ignorancia.