Una nueva caída en la aprobación de Pedro Pablo Kuczynski en las encuestas (19% en GfK) relanza la idea de que algo terrible puede suceder con su presidencia. Sus enemigos incluso dicen que lo terrible es la propia presidencia de PPK, y que la baja aprobación del público es una de sus pruebas. Más o menos parecida era la situación con Alejandro Toledo. Su aprobación llegó a ser de un solo dígito, y por largos trechos no estuvo muy lejos de eso. Cuando perdió la mayoría en el Congreso, se empezó a hablar de vacarlo, aunque eso nunca sucedió. En más de un momento fue el propio Congreso el que le tendió la mano. Hay varios escenarios terribles que son agitados en torno de PPK hoy. Sus enemigos hablan cada vez más de la vacancia. Esta posibilidad es percibida por ellos como un trámite simple, ubicada a una votación de distancia. Ninguno entre ellos detalla cómo podrían cambiar las cosas con Martín Vizcarra de presidente, si acaso aceptan la posibilidad. Entre quienes votaron por él en el 2016, lo cual por cierto incluye a sus actuales seguidores, hay básicamente dos líneas hacia lo terrible. Una es la de quienes temen que un Ejecutivo que viene cediendo en demasiadas cosas termine avasallado a más de 100% por la mayoría parlamentaria. La idea es un PPK fujimorizado por la necesidad. La otra línea, que en el fondo no se contradice con la anterior, plantea que la salvación de PPK está en dar un paso a la ofensiva, una suerte de golpe de mano. Algo más fácil de decir que de hacer. Incluso se dice que si lo hubiera hecho desde el primer momento, no padecería los actuales embates de sus opositores de Fuerza Popular. La debilidad de todas estas posiciones, a favor y en contra de PPK, las que quieren destruirlo o las que quieren ayudarlo, es la noción de que nudos políticos complejos pueden ser desatados en un solo acto, en un solo momento de decisión. Como el que PPK se entregue a FP, o que le declare la guerra con las fuerzas de que dispone.