Alan García se queja en Twitter de que la mezquindad y el odio no reconocen hoy lo que su gobierno hizo por Ica post-terremoto. Probablemente su reclamo es real, aunque tal vez los sentimientos que impulsan ese tipo de olvido no son tan dramáticos, y ciertamente él no es el único ex presidente que lo padece. Podría pensarse en una suerte de axioma tentativo: los ex presidentes con alguna posibilidad de seguir en la política (muchas, pocas o casi nulas) padecen un déficit de reconocimiento de sus logros. Más aun, ese vacío suele ser llenado con reproches a su gestión, junto a los cuales el olvido puede ser hasta benévolo. Quizás el axioma puede extenderse hasta los ex presidentes fallecidos y remotos. Aun hoy los simpatizantes de Augusto B. Leguía luchan cuesta arriba por el reconocimiento de sus logros como presidente. Hay algo en la opinión pública que se resiste a considerar logros pasados, quizás por no tener dónde ponerlos. ¿Hay una explicación? La más básica podría resumirse en la frase del jesuita Baltasar Gracián (1601-1658): “La esperanza tiene buena memoria, pero la gratitud no”. En el caso de las gestiones públicas, como que el público sigue reprochando aquello que no obtuvo, y olvidando aquello que recibió. Alguien dirá que el público representa al conjunto de las necesidades nacionales, y que no está allí para agradecer, sino para exigir. Más aun cuando el sistema electoral en buena medida se basa en promesas. Así, lo incumplido (que a veces es lo incumplible) termina opacando lo cumplido, introduciendo una fibra de culpa en todo poder. El único lugar donde esta situación se revierte es en aquellos textos escolares donde cada presidente de la historia aparece definido por sus obras, y a menudo ni siquiera se precisa si fue constitucional o golpista. Allí sí puede discernirse algo de tregua ciudadana, incluso algo de perdón infantil. ¿Qué conviene? En principio concentrarse en los yerros pasados ayuda a no repetirlos. Al menos esa es la teoría. Quizás recordar los logros pasados sirve como buen ejemplo para nuevos logros. Siempre como teoría. Quizás lo mejor es mantener las dos situaciones, y ponerlas en perspectiva, para no caer en las trampas de todo tiempo pasado. Alguien dirá que el público representa al conjunto de las necesidades nacionales, y que no está allí para agradecer, sino para exigir.