Cuando se dio a mediados del año pasado la norma contra la libertad de desafiliación de los congresistas parecía inocua. El nuevo Congreso recién comenzaba, y no asomaban conflictos en las mayores bancadas. Hubo protestas dentro y fuera del hemiciclo, pero Fuerza Popular se la impuso a la representación nacional, sin problemas. Un año después las cosas han cambiado. La bancada del gobierno se va desflecando, la del Frente Amplio se ha partido, y la de Fuerza Popular está rajada. Lo cual ha llenado el Congreso de parlamentarios wakcha, huérfanos de la política que no pueden asociarse o, si siguen en la bancada original, no pueden realmente expresarse. Los más de 40 congresistas que han presentado una demanda ante el Tribunal Constitucional son un número significativo, al cual es preciso añadir a los de FP que no firmaron, pero a los que les gustaría poder disponer de su curul. No es, pues, difícil imaginar a una mayoría esperando ser liberada de sus cadenas políticas. En el debate público el único argumento a favor de la norma ha sido el empleo de la palabra transfuguismo, en alusión a la compra de votos parlamentarios practicada precisamente por el fujimorismo para mitigar su caída a fines de los años 90. Pero eso nada tiene que ver con las libertades constitucionales que deben mantener los congresistas. Los argumentos en contra son muchos. Uno importante es que los congresistas no son propiedad del membrete que los acogió en una lista, sino que responden a los ciudadanos que votaron por ellos. Esto se ve reforzado por la existencia del voto preferencial, por cuya derogación FP no ha mostrado el menor interés. Los creadores de la cuestionada norma desde FP imaginaron que ella les permitiría conservar el control de su enorme bancada contra viento y marea. A poco menos de un año las presiones internas son evidentes. En otros grupos la norma no ha impedido pequeños o grandes estallidos, que a su manera son adecuaciones a la realidad. El ritmo creciente al que los congresistas del nacionalismo fueron abandonando a Ollanta Humala reveló lo que venía sucediendo en esa agrupación, y quizás sirvió de válvula de escape para el descontento. Es muy poco probable que mantenerlos encadenados hubiera cambiado el fondo del asunto.