A lo largo del año político el estilo tradicionalista de Luz Salgado en la presidencia del Congreso fue percibido como un contrapeso a los impulsos agresivos que traía la bancada de Fuerza Popular. Al ser parte de la vieja guardia fujimorista, y una experimentada congresista, representaba una cierta continuidad dentro del partido. Salgado practicó una cierta forma de seriedad en el cargo, que siempre la hizo aparecer con más peso político del que realmente tenía. Pero una presidenta con una imagen de moderada no pudo impedir males mayores en la marcha del Congreso y, por lo menos visto desde fuera, no hizo realmente esfuerzos por evitarlos. Era evidente que una fórmula así la desgastaría dentro de FP. Alguna vez se pensó que ella iba a ser el puente entre el Ejecutivo y la oposición parlamentaria. En efecto se reunió mucho para buscar acuerdos prácticos, pero no los importantes. En realidad ya Keiko Fujimori se había reservado ese papel. ¿Por qué no fue reelegida? Quizás su imagen terminó no siendo suficientemente keikista en medio de la batahola fujimorista de los últimos tiempos. Sin duda a Salgado le fluye un albertismo natural, discretamente manejado. Algo que sus reemplazantes, la que iba a ser y el que terminó siendo, decididamente no tienen. El keikismo está cerrando filas, y eso va a significar ajustarles las clavijas a todos los personajes intermedios, o incluso sospechosos de serlo. Pero la mototaxi solo tiene dos caminos para demostrar lealtad: atacar a Kenji Fujimori y lanzarse contra el Ejecutivo. Es como ha estado funcionando la cosa hasta ahora. Los esfuerzos de Luis Galarreta por imitar el estilo de Salgado en los primeros minutos de su elección interna no deberían engañar a nadie. La presidencia del Congreso dejará de ser un instrumento mediador, para pasar a ser una herramienta bélica en la lucha por mantener en su sitio el poder de Keiko Fujimori y su entorno. ¿Y Salgado? La comisión de Relaciones Exteriores que va a presidir parece un lugar adecuado para su reciente entrenamiento en modales diplomáticos. Pero no es por allí que van a pasar las cuestiones de fondo en la vida política de FP. Es un cargo para aplacar potenciales tormentas, no para producirlas.