Reincorporación de Tacna a Perú: ¿por qué Chile no quiso devolvernos dicha región y qué pasó con Arica?
El tratado de Ancón que puso fin a la Guerra del Pacífico estableció que después de 10 años se realizaría un plebiscito para que las provincias de Tacna y Arica sean devueltas o no al Perú. Pero, ¿qué pasó en este período?
Este 28 de agosto, Tacna se viste de fiesta y patriotismo: celebra sus 93 años de reincorporación al Perú tras 50 años de dominación chilena. Los ciudadanos de la provincia de Tacna, conocida como la Ciudad Heroica del Perú, mantuvieron sus ansias por retornar a su antigua nacionalidad, hasta que en 1929 lograron hacerlo.
Sin embargo, la historia detrás de esta reincorporación está llena de trabas por parte de Chile y un sin fin de pretextos para que mantuvieran cautivo a Tacna por muchos años, a pesar de que el tratado de paz, firmado tras la Guerra del Pacífico, ordenaba una consulta popular tras 10 años del fin del conflicto bélico.
En la siguiente nota, te relatamos el porqué Chile no quería devolvernos Tacna y Arica, los pretextos que usó y cómo fue el proceso de reincorporación que dejó a Arica en dominio chileno.
El tratado de Ancón y el plebiscito
El 20 de octubre de 1983, Perú y Chile firmaron el Tratado de Paz de Ancón en la ciudad de Lima. Este pacto puso fin a la Guerra del Pacífico y se componía de 14 artículos.
El artículo 1 restableció las “relaciones de paz y amistad” entre ambas naciones y en el artículo 2, el Perú cedió “perpetua e incondicionalmente” el territorio de la provincia litoral de Tarapacá.
Danza. Banda peruana deleitó al público con la marinera norteña en Tacna. Foto: La República
De esta forma, Perú otorgó para siempre el dominio de Tarapacá. Sin embargo, con Tacna y Arica el pacto fue distinto. El artículo 3 del Tratado de Ancón disponía que estos dos territorios iban a continuar en posesión de Chile y “sujetos a la legislación y autoridades chilenas durante el término de diez años”, contados desde que se ratificó dicho tratado de paz.
Una vez expirado el plazo de 10 años, según el mismo artículo, un plebiscito decidiría en votación popular “si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente el dominio y soberanía de Chile o si volvía a ser parte del territorio peruano”. Es decir, eran los ciudadanos los que iban a elegir.
A su vez, se estableció que “aquel de los países a cuyo favor queden anexadas las provincias de Tacna y Arica, pagará otros diez millones de pesos, moneda chilena de plata, o soles peruanos, de igual ley y peso que aquella”.
¿Qué pasó con el plebiscito?
De acuerdo al tratado de paz, el plebiscito debía realizarse a más tardar en 1894, puesto que un año antes se cumplía el plazo de los 10 años. Sin embargo, el Gobierno chileno puso trabas a esto a fin de conservar el dominio de los territorios de Tacna y Arica, pese a ser ilegal.
Agustín Ross, político y diplomático chileno, en relación a este conflicto dijo: “En conciencia podemos afirmar que no se ha realizado (el plebiscito) porque Chile lo ha estorbado, oponiendo todo género de dificultades y de expedientes dilatorios”.
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En 1892, el Perú inició el primer acercamiento para definir un acuerdo sobre el plebiscito. Es así que el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Larrabure y Unanue propuso la desocupación de las provincias de Tacna y Arica y su entrega al Perú a cambio de firmar un tratado comercial en el que se establecía que los productos chilenos y peruanos estarían libres de impuestos. Ocho meses después, Chile descartó la negociación.
En 1893 se reanudaron las conversaciones y la cancillería peruana estableció dos puntos:
- Que el Perú presidiría la ejecución del plebiscito como dueño del territorio, puesto que la ocupación militar de Chile habría terminado ese mismo año.
- En el plebiscito solamente debían participar los peruanos, y se excluía a los chilenos y extranjeros.
Además de ello, nuestro país, se comprometía a recibir libres de impuestos todos los productos naturales y manufacturados de Chile, por un plazo de 25 años, si es que la consulta popular resultaba a nuestro favor.
Sin embargo, Chile volvió a negarse. Posteriormente, Perú propuso que una potencia neutral sea escogida como árbitro para presidir la función del plebiscito y Chile tampoco aceptó.
En negociaciones posteriores, el Gobierno chileno ofreció pagar al Perú 14 millones de pesos y devolver el Monitor Huáscar a cambio de ceder permanentemente Tacna y Arica. Perú se negó rotundamente a esta oferta.
Es así que en 1895, Chile le exigió al Perú mostrar los 10 millones de soles peruanos que debía pagar si Tacna y Arica regresaban a su territorio. Perú optó por presentar una garantía del impuesto a la sal, pero a Chile no le pareció suficiente.
En conversación con La República, Carlos Chávez, historiador y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, explicó que Chile estaba buscando un espacio de desarrollo que no tenía. “Ya había golpeado al Perú duramente con la victoria de la guerra y no quería perder los territorios que había conquistado en el sur peruano”, agregó.
El protocolo Billinghurst-Latorre y la conveniencia chilena
Los años siguieron pasando, y el plebiscito no se realizaba, a pesar del clamor popular de los pueblos cautivos, que seguían siendo peruanos con ganas de retornar a la patria. Es así que en 1898, Guillermo Billinghurst, vicepresidente de la república, logró que Chile aceptara el plebiscito y enviara a arbitraje los dos puntos del litigio: quiénes tenían derecho a votar, y si este debía ser público o secreto.
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El Congreso del Perú y el Senado de Chile aprobaron este convenio, pero la cámara de diputados chilenos entró en un intenso debate. En ese entonces, Chile tenía una amenaza de guerra con Argentina, también por un litigio de fronteras, y esto alarmaba a su población. Por esa razón, el entonces ministro del Interior, Carlos Walker Martínez exhortó a los diputados a que aprueben el protocolo y calificó de traidores a la patria a los que voten por su rechazo.
Sin embargo, una vez que las aguas se calmaron entre Chile y Argentina, la Cámara chilena aplazó el cumplimiento del protocolo y todo quedó en un pedazo de papel.
El proceso de chilenización de Tacna y Arica
Chile, durante las fallidas negociaciones y las trabas que ponía, desarrollaba una política de chilenización que consistía en llevar “deliberadamente población chilena hacia el territorio ocupado y lograr que se asienten con apoyo público; este proceso va a desplazar el peso específico de la población original que es la peruana”, indicó el historiador.
Es así que en 1887, la Corte de apelaciones de Iquique y la guarnición militar fueron trasladadas a Tacna, también se destinó fondos para edificios públicos y cerraron escuelas peruanas que estaban ubicadas en las localidades de Codpa, Belén, Estique, Socoroma, Para, San Miguel de Azapa, Calana, Pachía, Tarata, Putre, Tacna, Arica y Livílcar.
Una obra de la Escuela Nacional de Bellas Artes destinada a la población de Tacna y Arica, en medio del conflicto con Chile. Foto: Pintura de la Escuela Nacional de Bellas Artes/Carlos Milla Batres
Enrique Castro y Oyanguren, en su texto ‘Entre el Perú y Chile: la cuestión de Tacna y Arica’, expresó que “Chile pretendió desarraigar del alma de la juventud tacneña el sentimiento peruano, y para ello apeló a esa violencia inaudita, dictatorial, que envuelve un atropello a su legislación escolar y un verdadero régimen de excepción dentro de las leyes de ese país”.
“Impidió que los peruanos, en la celebración de sus fiestas, enarbolasen su bandera. Expulsó a los trabajadores de la playa, y los sustituyó con peones chilenos. Fundó un periódico para denigrar al Perú y convertirlo en vocero de la propaganda de chilenización. Más tarde desterró a los curas y cerró las iglesias. Era todo un plan frío, implacable, de persecución sistemática”, agrega Castro y Oyanguren.
En 1901 se quebraron las relaciones diplomáticas, luego de que el cónsul peruano en Santiago de Chile, Cesáreo Chacaltana, reclamara sin éxito las acciones chilenas. De este modo, Manuel Montt, gobernador chileno prohibió que los peruanos de Tacna y Arica celebraran la Independencia del Perú.
Mediación estadounidense y la cacería de brujas
En 1919, al finalizar la Primera Guerra Mundial, el Perú acudió al presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, quien pregonaba un nuevo orden mundial basado en la justicia y la autodeterminación de los pueblos, para que interviniera en el incumplimiento del tratado de Ancón.
Perú había declarado que el tratado de Ancón era nulo porque Chile no lo había respetado, por lo que Tacna, Arica y Tarapacá debían volver al territorio peruano. Tras ello, Chile aceptó el arbitraje estadounidense.
Es así que, en 1922, ambos países se reunieron en Washington. Perú solicita la anulación del tratado. Sin embargo, en 1925, Calvin Coolidge, quien presidía el arbitraje, ratificó la vigencia del Tratado de Ancón y determinó que el plebiscito debía realizarse. Además, dispuso que Tarata (una de las provincias del departamento de Tacna) sea devuelta al Perú, luego de que Chile la ocupara ilegalmente.
A su vez, el arbitraje de Coolidge señaló que tanto los nacidos en Tacna y Arica como los residentes tenían derecho al voto.
Con esta decisión aceptada por ambos países, y mientras se esperaba el protocolo y la ejecución del plebiscito. Chile inició un proceso de discriminación, violencia y abuso contra los peruanos en Tacna y Árica. Además de una fuerte propaganda para que el plebiscito salga a su favor.
El historiador Jorge Basadre en su texto El conflicto de pasiones y de intereses en Tacna y Arica (1922 -1929) narra que desde agosto de 1925, por un decreto del intendente chileno Barceló Lira, los hoteles o pensiones estaban obligados a enviar a la Policía la lista de los huéspedes. También se restringió “el tránsito en toda la zona y se obligó a usar tarjetas de permiso para viajar entre las ciudades y el campo”.
“Agentes especiales vigilaban de cerca a los peruanos y también a los miembros de la delegación estadounidense (...) Asociaciones como la Sociedad Hijos de Tacna y Arica y el Comité Cívico habían sido organizadas con carácter paramilitar y semifascista. A sus miembros se les conocía como mazorqueros o ‘cow-boys’. Habían sido obligados a pertenecer a ellas los regnícolas (peruanos), muchas veces a través de técnicas intimidatorias”, cuenta Basadre.
El historiador peruano refiere en su texto que “aquellos ciudadanos a quienes se suponía partidarios del Perú habían sido expulsados o eran víctimas de la intimidación. Cruces negras llegaron a ser, en muchos casos, pintadas en las puertas de sus casas. (...) Muchísimos establecimientos comerciales de ambas ciudades exhibieron visiblemente el letrero: ‘Aquí no se recibe ni se vende a peruanos’”.
La población peruana llevó la denuncia de todos estos atropellos ante Manuel Portocarrero, quien los presentó ante la Comisión Plebiscitaria. Basadre relata que, ante esta comisión, el general Pershing mencionó que pudo constatar 710 deportaciones de peruanos hacia el sur de Arica.
Por su parte, Basadre indicó que el embajador estadounidense William Collier documentó que “250 nativos de Tacna y Arica le habían informado que vivían en esa capital o en otras ciudades de Chile contra su voluntad”.
Foto: Twitter/Gastón Gaviola
Esta situación llevó a los delegados estadounidenses a instalar un comité que recibiera las denuncias y concluyeron que no respaldarían un plebiscito en esas condiciones. Es así que Pershing renuncia al arbitraje y parte de Arica en 1926.
William Lassiter, sucesor de Pershing en el proceso de arbitraje para la ejecución del plebiscito, llegó en 1926, pero los abusos y vejaciones contra los peruanos por parte de Chile continuaron. Tan es así que en mayo de ese año, Basadre y otros juristas fueron atacados. Unos días después del ataque, asesinaron al tacneño Manuel Espinoza Cuéllar.
Es así que Lassiter solicitó el aplazamiento del acuerdo final porque ambos gobiernos estaban trabajando en un convenio, ya que los votantes peruanos dejaron de acudir a los registros plebiscitarios.
Pese a las pretensiones chilenas de ejecutar el plebiscito, los delegados estadounidenses Henry Stimson, William Dennis y Charles Hughes declararon que este sería un fraude si se realizaba en esas condiciones.
Lassiter también argumentó que Chile no estaba garantizando una consulta popular justa, lo que le valió ganarse la animadversión de los chilenos. Luego, abandonó la zona y con él la comisión peruana. A fin de evitar represalias, muchos peruanos de Tacna y Arica viajaron más al norte en embarcaciones.
El Tratado de Lima
Los estadounidenses Frank Kellogg y Wade Ellis propusieron al Perú y Chile que se dividieran el territorio de Tacna y Arica. Si los gobiernos no aceptaban esta propuesta, la opción era realizar un nuevo arbitraje a cargo de Calvin Coolidge. Si esto último no era aceptado, Estados Unidos se retiraría como arbitraje en el conflicto de ambos países.
Es así que el ministro Hernán Velarde y el excanciller Alberto Salomón argumentaron que Tacna y Arica debían regresar al seno peruano, ya que en el registro plebiscitario había más votantes peruanos. Es así que el canciller chileno Conrado Ríos Gallardo, al revisar el registro de votantes, descartó el plebiscito y retrocede en su afán de anexar ambas provincias a Chile.
Esto conlleva a que el Gobierno chileno empiece a negociar directamente con Perú. Conrado Ríos tomó como suya la primera propuesta estadounidense y logró que el entonces presidente chileno, Carlos Ibáñez del Campo, también la aceptara. Además, según Basadre, el entonces presidente del Perú, Augusto B. Leguía, tampoco se oponía a la división territorial.
Es así que el 3 de junio de 1929, se firma el Tratado de Lima, en el que se dispone que “el territorio de Tacna y Arica será dividido en dos partes. Tacna para el Perú y Arica para Chile”.
Además, “la línea divisoria entre dichas partes y, en consecuencia, la frontera entre los territorios del Perú y de Chile, partirá de un punto de la costa que se denominará ‘Concordia’”.
Finalmente, la Reincorporación de Tacna al Perú se ejecutó el 28 de agosto de 1929. Aquel día, la ciudad amaneció embanderada. Desde entonces, esta fecha es una fiesta patriótica en Tacna y el Perú.