Sociedad

Ni arroz con leche ni Teresa tiende la mesa

“En la semana las mujeres trabajarían 75 horas, diez más que los hombres, según el INEI (libre de feminazis)”

maruja
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Viviendo en Rhodesia, ex colonia británica, la escritora Doris Lessing recuerda que aunque niña, ella llamaba boy a los adultos sirvientes de su casa. En Perú, ex colonia española, todavía se les llama muchachas a quienes realizan el trabajo doméstico, infantilizando a una adulta, rebajando su autonomía. Como las tareas para la casa, si se hacen gratuitamente, suelen no ser consideradas trabajo, al remunerarlas se arrastra esa minusvaloración. En la práctica, todas las mujeres somos muchachas. Podríamos graficar esta afirmación con un par de canciones infantiles, inspiradas por la estupenda compilación de ensayos sobre el trabajo doméstico realizada por Leda Pérez, docente de la Universidad del Pacífico, libro que esta semana se presenta en la FIL1.

ARROZ CON LECHE.- El cantante se quiere casar con una señorita que sepa coser y bordar. Pero además que sepa también: hacer las compras, cocinar, lavar ollas y vajillas, barrer, trapear, tender camas, desinfectar baños, lavar y planchar la ropa de la familia, levantar a los niños, bañarlos, prepararles el desayuno, llevarlos al colegio -y recogerlos-, vigilar las tareas, pagar las cuentas, hacer trámites. Si se malogró el microondas, llamar al técnico. Si es un desperfecto menor como un wáter atorado, desatorarlo. Atender al abuelo, a la madre anciana, a la tía abuela. Llevarla al médico, comprarle las pastillas, los pañales para adulto, cambiarla. Y si vives en el campo, más complicado: no hay más que bosta o leña para cocinar, no hay lavadora solo río. La posta te queda lejos y tienes que andar para llevarle el fiambre al marido que está en la chacra, sin perder de vista a las gallinas y cuyes que crías.

Sobre la base de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo del año 2010, la investigadora Ana María Yáñez calculó que las peruanas en las ciudades destinan 36 horas semanales al trabajo por ingresos y los hombres, 50. A las tareas del hogar, esas mismas mujeres le dedican 39 horas a la semana, mientras que los varones, 15. En conclusión, en la semana las mujeres trabajarían 75 horas, diez más que los hombres, según el INEI (libre de feminazis). Además del sello de la devaluación, lo doméstico consume el tiempo y la energía de las mujeres.

TERESA TIENDE LA MESA.- Hay todavía miles de Teresas que en Perú tienden la mesa ajena, pero su perfil ha ido variando. Las muchachas han sido las cholas, las sirvientas, las empleadas domésticas, las trabajadoras del hogar, una búsqueda semántica tras la denominación políticamente correcta. Aunque esa búsqueda suele no tener traducción en la práctica: si viven en casa de sus empleadores, duermen en cuartos que parecen clósets y con patronas discapacitadas pues ni un vaso de agua son capaces de servirse. Y qué decir de su indefensión, como la Amalia de Conversación en La Catedral, manoseada por Santiago Zavala y su amigo Popeye, y despedida. O Vilma, niñera de Julius, asediada por Bobby y que termina en un prostíbulo. El porcentaje de trabajadoras del hogar entre la población femenina ocupada disminuye, así como quienes lo realizan en esa suerte de semiesclavitud de la cama adentro. Pero sus contratos son aún verbales y ambiguos; el trato, displicente cuando es la chola. O paternalistamente condescendiente cuando es la muchacha.

1 “La Economía del Cuidado, mujeres y desarrollo: perspectivas desde el mundo y América Latina”. Fondo Editorial de la Universidad del Pacífico. Lima, 2019.