“¿Cómo pueden dormir tranquilos esos hombres ultrajadores y quienes durante años los protegieron...”.,Debe ser muy penoso llegar a cierta edad y encontrarse siendo una triste caricatura de quien alguna vez se quiso ser. Para una persona, por ejemplo, dedicada a la vida espiritual, que hizo votos de joven para servir al prójimo, cuidar de su comunidad, seguir las enseñanzas de Jesús, debe sentirse un fracaso de vida terminar haciendo todo lo contrario. Cómo se sentirá en el silencio de sus fueros más íntimos una persona como el arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren Anselmi, quien viene mostrándose opuesto a un hombre misericorde, justo, empático y humilde. Cómo se sentirá haber perdido, por culto al poder, la sensibilidad para con la verdad y la justicia. Perseguir a dos periodistas cuyo único ‘pecado’ ha sido investigar y dar a conocer las historias de los niños o jóvenes ultrajados física y emocionalmente por supuestos hombres espirituales en quienes confiaron. ¿Cómo pueden dormir tranquilos esos hombres ultrajadores y quienes durante años los protegieron olvidándose de las enseñanzas de Jesús de cuidar de los más vulnerables? ¿Tendrán aún consciencia a la cual escuchar? ¿Tendrán aún un dios al cual temer? ¿O quizás se convencen de que basta la confesión con otro como ellos, la penitencia y absolución para librarse de tanta impiedad? Qué triste vida de tan insalvable contradicción, que aquellos hombres que juraron ante su dios ser ejemplo de bondad, empatía, solidaridad, ayuda al prójimo, terminen siendo abusadores en tantos sentidos. Lo que Eguren está haciendo con Paola Ugaz y Pedro Salinas es un abuso. Querellarlos por cosas que no han dicho (en el caso de Pedro) o por cosas que no han hecho (en el caso de Paola) es un abuso del derecho; como lo es que el proceso se realice en Piura cuando la ley manda que sea donde se alega ocurrieron los hechos (Lima). Todas las comodidades de la jueza piurana para Eguren y todos los obstáculos y gastos de litigar fuera para Paola y Pedro. Cuando se nos presenta un dilema, digamos en el caso de estos sacerdotes el optar entre ‘proteger’ a su institución o proteger a niños o jóvenes abusados, lo que una persona con altos estándares éticos está llamada a hacer es sopesar sus valores, deliberar internamente y tomar una decisión en base a argumentos racionalmente justificados. Eso muestra la calidad ética de la persona. Quien elige proteger lo conveniente para sí, por encima del dolor de quienes han sido dañados, ultrajados y merecen justicia y reparación, elige lo inmoral; elige considerar a esas personas dañadas como medios y no como fines; elige que esas víctimas no tengan cualidad de personas per se, sino solo sean un medio para los fines de ‘protección’ de la institución. Desde ese momento, el sacerdote deshumanizó a las personas que juró proteger y al mismo tiempo se deshumanizó a sí mismo. ¡Adelante, Paola y Pedro! La verdad y la justicia –y el Perú sano– están con Uds.