"Uno de los grandes proyectos de la humanidad debe ser en estos momentos alcanzar a desmontar ese sistema desigual de privilegios que durante siglos ha permitido abusos y atrocidades".,¿Qué hay detrás del rechazo visceral al ‘movimiento mujerista’ por parte de los hombres patriarcalizados? Es el odio a la mujer que ha salido de la caverna. La caverna en más de un sentido: biológico, filosófico y cultural. Si en los orígenes de la existencia y supervivencia humana el hombre salía de la caverna a cazar y la mujer se quedaba cuidando a los descendientes, lo que los hombres patriarcalizados de hoy detestan es que ahora la mujer también salga de caza. Les resta poder. El grupo ‘mujer’ que ha dejado las sombras de las imágenes de la caverna de Platón, y que ha logrado ver la realidad alterna y alcanzable de una convivencia como iguales, son aquellas que van camino a liberarse del embrujo del patriarcado como statu quo de realidad única, posible y deseable. Esas son las mujeres que han emergido de la cueva para volver luego a descender y tratar de convencer al resto (hombres y mujeres) de que lo que ven y viven es un engaño. Las mujeres que comienzan a despertar a la arquitectura de poder de las sociedades estructuradas a imagen, privilegio y beneficio del género hombre. Sociedades estructuradas para que el hombre pudiera desplegar sus estrategias de caza, laboral o sexual. Relaciones de espacio y poder diseñadas para que el hombre pudiera alcanzar sus objetivos de ‘éxito’ según el trazo de sus propios estándares. Creo incluso que en un inicio la patriarcalización de las sociedades ni siquiera tuvo como objetivo primero el dominio de la mujer, sino a la mujer como medio para lograr el prestigio social del hombre; la sumisa que se ponía a su servicio por encima incluso de ella. Ese concepto de ‘hombre de éxito’ persiste como parte de las ‘masculinidades tóxicas’. La disposición de encargar la caza al hombre y el cuidado de la prole a la mujer puede haber estado relacionada originalmente a una causa psicológica-biológica. Pero hoy lo biológico no es ni debiera ser determinante en la estructuración de los roles de géneros, aunque gran parte de las sociedades sigan funcionando bajo ese esquema. Y aun cuando ya existan iniciativas legales y políticas para recuperar ese balance, en el Perú y el mundo. En EEUU, por ejemplo, la APA (American Psychological Association) acaba de hacer públicas unas guías para que los psicólogos aborden la denominada ‘masculinidad tradicional’, que según la APA es una ‘construcción cultural’, una ‘ideología’ nociva con rasgos de “estoicismo emocional, homofobia, no mostrar vulnerabilidad, independencia y competitividad y dominio”, que los hace recurrir a la agresividad para cumplir sus fines. La APA reconoce que “los hombres experimentan un mayor grado de poder económico y social que las niñas y mujeres en una sociedad patriarcal” y que para mantener su poder y privilegio se adhieren a ‘ideologías sexistas’ que los convierten en desadaptados. En general, tener la lucidez para ver el privilegio del que goza el género masculino como grupo es muy difícil. Primero porque requiere de un ejercicio de abstracción ver a la sociedad como una estructura y auscultar sus puntos neurálgicos de poder y sus protagonistas. También porque muchos confunden el privilegio de género con el aprovechamiento personal. Es decir, no todos los hombres aprovechan los privilegios de hombres, por tanto deducen que si como particular del género ellos no han alcanzado ‘éxito’, el concepto de privilegio no aplica en universal. Pero incluso si ciertos hombres (y mujeres) llegan a tomar consciencia de la conformación estructural de esos privilegios, no es menos difícil que logren dilucidar qué creencias de sus sistemas de creencias están impregnadas de esa ideología masculina; cuánto de sus acciones y pensamientos asumidos como neutrales en realidad están nutridos de esa ideología. Y luego, aun cuando un hombre (o mujer) logre ese punto de lucidez, se abre un nuevo desafío: intentar la modificación de esos hábitos sedimentados. Uno de los grandes proyectos de la humanidad debe ser en estos momentos alcanzar a desmontar ese sistema desigual de privilegios que durante siglos ha permitido abusos y atrocidades. El mundo, en todos sus sentidos, solo va a poder ser un poco mejor cuando hombres y mujeres emprendan este nuevo re-mirarse, re-plantearse, un equilibrio negado casi en toda la existencia de la raza. El proceso para llegar hasta donde estamos ha sido largo y el proceso para salir de aquí también lo será. Desmontar esas estructuras requiere de un despliegue de esfuerzos con incidencias políticas, legales, psicológicas y culturales. Es un monstruo muy grande, con muchas filas de dientes y sobre todo con muchos ojos vendados. Pero ya empezó la aceleración del proceso.