“Chávarry era un mal fiscal como la bancada fujimorista era un atado de oportunistas. Y algunos de sus fans en la derecha se dieron cuenta de eso recién la semana pasada”.,Son las dos de la tarde del domingo 13 de enero de 2019 y Pedro Chávarry sigue sin aparecer o, lo que es lo mismo, nadie sabe dónde está el ex fiscal de la nación y (aún) fiscal supremo que luego de renunciar salió de vacas con impedimento de salida del país. Si lo encuentran mientras escribo estas líneas u hoy, mientras usted las lee, no es tan importante: es mucho más importante preguntarnos cómo llegó un sujeto como Chávarry a ser fiscal de la nación y cómo pudo tener hinchas. La frase “mejor (que nos gobierne) un ladrón que un rojo” me gusta porque dice montones de cosas: es la lógica tras algunas defensas inexplicables y “descuidos” sorprendentemente gordos. Creer que Castañeda hizo un gobierno edil pasable y no el calamitoso, opaco, turbio y escandalosamente ineficaz que hizo es igual que creer que Nicolás Maduro es un demócrata precario que solo se defiende del imperialismo yanqui y de la derecha venezolana golpista. Y hay quienes lo creen. Y hay quien dice creerlo. Y hay de esos con cerebro. Raro, ¿no? ¿Cómo alguien con neuronas suficientes para respirar no es capaz de ver, con tantas evidencias delante, que lo mejor que le pudo pasar al Perú en el 2016 fue que Keiko no se convirtiera en presidenta? “Porque PPK fue peor”, nunca lo sabremos, pero a la luz de las evidencias es razonable sumirlo. A él nos lo pudimos quitar de encima: ¿nos hubiéramos podido quitar alguna vez a Keiko con sus 73 congresistas y hasta una decena de topos repartidos en otras bancadas además del Apra? No. Pedro Chávarry mandó a su seguridad a retirar documentos de las oficinas mandadas a lacrar por el fiscal José Domingo Pérez. Como demuestra el reportaje de Daniel Yovera en Cuarto Poder, lo que realizó la seguridad personal de Chávarry en el piso 8 de la fiscalía –incluyendo a su jefe de escolta– fue un operativo en toda ley. Era un ballet: mientras se sustraían las cajas con documentos, un seguridad que hacía de campana abría y cerraba la puerta de vidrio cada tanto para impedir que la cámara registre adecuadamente lo que estaba sucediendo y otros dos distraían al personal de seguridad del piso 8 de la fiscalía. Chávarry y su equipo sabían dónde estaban las cámaras, sabían quiénes estarían de guardia ese sábado por la tarde y dónde ¡y regresaron el domingo por fotos! Luego, el hermanito dijo que no sabía nada. Porque lo primero que dice Chávarry siempre es la verdad. ¿Cierto? La llamada a Hinostroza, la reunión con prensa “amiga”, milagros ambos que no supo explicar y que nunca explicó. Y hasta Keiko Fujimori lo excusó: “hay que entender las mentiras en su contexto”, y demostró –contra la tesis de Martha Chávez y Carmen Lozada– que los indefendibles que se convierten en piedra alrededor del cuello sí existen. Siendo oprobiosamente blindado por Fuerza Popular en el Congreso (¡los dignos!) intentó infructuosamente remover a los fiscales del caso Lava Jato para bajarse el acuerdo con Odebrecht y evitar así que la empresa brasileña proporcione a los fiscales y procuradores peruanos las pruebas y los nombres los políticos y funcionarios a los que coimeó, las campañas que financió y a cambio de qué lo hizo. También los nombres de los profesionales, colegas y empresarios que lo hicieron posible. ¿Qué le quedaba hacer a Chávarry si ya enfrentaba más de una decena de procesos entre denuncias constitucionales e investigaciones fiscales? ¿Nadie la vio venir? Y esto es, quizás, lo más alarmante. ¿Qué había en esas cajas que se llevó la asistenta de Chávarry con la complicidad de la seguridad del ex fiscal de la nación? Sin duda material en extremo comprometedor para alguien muy importante para Chávarry. Quizás él mismo. De otro modo no hubiera valido la pena arriesgar hasta 6 años de cárcel pues ellos sabían que los estaban viendo y filmando. El deslacrado de las oficinas en la fiscalía no se hizo como para que nadie nunca se entere de que entraron y se llevaron algunas cosas; se hizo a pesar y a sabiendas de que todos se iban a dar cuenta de la sustracción de material y documentos. ¿Cuántos años de cárcel había en esos documentos –que ya deben haber sido destruidos o tal vez esperan ser utilizados para comprar algún favor– si llegaban a las manos de los fiscales Vela y Pérez? Chávarry era un mal fiscal como la bancada fujimorista era un atado de oportunistas. Y algunos de sus fans en la derecha se dieron cuenta de eso recién la semana pasada. O eso, o no les importó. Y no sé qué es peor porque esos mismos, con ese tremendo olfato, con esa perspicacia que raya en la clarividencia, son los que buscan ahora un Bolsonaro. Plancha quemada en camino.