Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori, finalistas el 2016, han acelerado el ciclo del político peruano del siglo XXI,¿Ha muerto el fujimorismo? ¿Asistimos a los últimos días de su existencia, en estado vegetativo, solo a la espera de su defunción en el 2021? Desde un análisis frío del último año, parece que sí. Pero las cosas no son tan simples. Nunca lo son en la política peruana, hoy más guiada que nunca por humores populares y personalidades empáticas que por ideologías o tradiciones históricas. El afecto popular es tan mutable que puede endiosar por poco y sepultar por menos. Así, la decepción es pan nuestro de cada día. Hoy, hasta los más leales que ayer encumbraban a Keiko Fujimori, la quieren enterrar prematuramente. ¿Mañana? Nadie lo sabe. El escenario del 2016 era impensable el 2001. ¿Por qué no podría cambiar en unos meses? Hace un año Keiko Fujimori estuvo a punto de vacar a Kuczynski. Logró su renuncia hace 10 meses. Estaba en el cenit de su poder. Hoy es objeto de la ira popular. Presa, está a un paso del olvido. Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori, finalistas el 2016, han acelerado el ciclo del político peruano del siglo XXI: sorpresa, entusiasmo, cenit, decadencia, desencanto, ira popular y olvido. Un ciclo que podía durar de 5 años a 10 años (dos periodos presidenciales) ha sido reducido (del cenit a la ira) a 20 meses en el primer caso y a 10 meses en el segundo. A este ritmo, si hoy Vizcarra está en el cenit, ¿no llega al 2021? Imposible saberlo con exactitud. Pero, si no actúa con extrema cautela, su caída puede ser fatal. La bancada original de Fuerza Popular, hoy diezmada a 56 congresistas, puede imputarle a Keiko Fujimori y su torpeza política la larga sucesión de arbitrariedades que ella promovió y que han causado su actual decadencia. Razones no les faltan. Entre la lealtad y la sobrevivencia muchos ya saltaron del barco y muchos más los harán. ¿Puede Fujimori creer hoy que al menos salvarán la inscripción para el 2021? Si mantiene su misma conducta política, es imposible. Su propia sobrevivencia y libertad depende de su reinvención. Lo hizo el 2015 cuando hizo pública su distancia del padre. ¿Puede hacerlo de nuevo? ¿Qué tendría que hacer? Intentar con remedios no tradicionales. Cuando la medicina te desahucia no tienes nada que perder. Lo primero, contarlo todo. Al fiscal y al pueblo. Hacer un detallado informe sobre cómo ella montó una red de falsos aportantes y revelar los nombres de los verdaderos. Echar a todos. Lo más probable es que salga en libertad y que, a la larga, peleando por la tipificación de lavado de activos, que favorece su caso, sea absuelta. Si apuesta por afirmarse en el derecho a la verdad le va a ir bastante mejor que callando. Con el silencio no ha logrado el liderazgo desde prisión que tantos políticos del siglo XX sí tuvieron. Lo segundo es tener ideas. Los políticos pueden sobrevivir a largos periodos de cárcel cuando pueden probar que son víctimas de una persecución política por sus ideas. Pero, ¿si no tienen ideas? Keiko Fujimori está hoy presa por obstruir la acción probatoria, cosa que ha sido bastante evidente. No por sus ideas. Eso sería como pretender que Alan García es Haya de la Torre. La comparación ofende hasta a los apristas. Lo tercero es cortar con la bancada. Es drástico, pero puede ser efectivo. Pedir disculpas por haber hecho una pésima selección. Alabar la conducta de Salaverry. Pedir perdón por su pésima conducta con su hermano y promover su regreso al Congreso. En suma, tomar distancia de los peores y los que hoy desconocen su liderazgo porque este se basó en el miedo. Si ya no le temen, esto debe llevarla al camino de entender que, si te abandona Yesenia Ponce, es mejor abandonar a sus émulos mucho antes. Finalmente, ser creíble. Eso para ella es hoy casi imposible. Su llanto sin lágrimas cuando se anuló el indulto de su padre fue motivo de risa. Sus tuits apoyando la iniciativa de Vizcarra, un truco mal ejecutado del que su propia bancada huyó. No le creen ni los suyos. Hasta las públicas declaraciones de amor de su esposo resuenan como falsas. Sin embargo, este es un mero ejercicio de especulación. Keiko Fujimori no hará nada de lo que he escrito. Sus enemigos pueden estar aliviados y sus amigos pueden saltar a los últimos barcos salvavidas que quedan en este naufragio. Muy poco quedará de este infausto periodo republicano cuando celebremos el bicentenario.