Armonizar la urgencia con la calidad de la reforma.,El restablecimiento de la bicameralidad produciría un avance sustantivo en la política peruana, pero poco serviría si no va acompañada de una adecuada composición parlamentaria, tanto en calidad como en capacidad de representación, algo que requerirá coraje para decidir sin espíritu populista y liderazgo para explicarle a la población, con realismo, lo que necesita el país. La aceptación creciente de la bicameralidad en la opinión pública puede dar indicios de cómo avanzar en esa dirección. Hasta no hace mucho, era un concepto rechazado por la gente, un tema tabú, pero según sondeos recientes, hoy sería una iniciativa aceptada en un referéndum. ¿Qué cambió? Posiblemente que la haya planteado alguien que ha construido una credibilidad razonable en la ciudadanía como el presidente Martín Vizcarra. Pero una bicameralidad como la que está en debate es insuficiente para mejorar la calidad legislativa y de fiscalización del congreso. Primero, por la no reelección, que es el gran atractivo de la reforma para una población que está harta de un congreso tan mediocre y corrupto como el actual, pero que puede mellar aún más la experiencia y eficiencia del congreso e, incluso, profundizar su podredumbre. Son muy pocos, en realidad, los congresistas que valdría retener en este congreso lamentable, pero peor quedaremos sin reelección. En todo caso, sería una iniciativa específica para promover el rechazo de la gente en la cédula del referéndum. Segundo, está el número de congresistas, que se ha convertido en otro fetichismo de la reforma debido a que, por la pésima reputación del parlamento debido a sus integrantes y no, como creen estos, por ‘la prensa’, la gente no quiere más parlamentarios de los actuales ‘para no gastar más’. El problema es que, con cien diputados y treinta senadores –para no incrementar el número– la capacidad de representación del nuevo congreso bicameral será muy inapropiada. Por otro lado, es evidente que el congreso peruano hoy dominado por el fujialanismo no está realmente interesado en la reforma, y que solo quiere demorar las cosas para blindar a sus jefes, lo cual colisiona de manera violenta con el sentir ciudadano de urgencia por los cambios constitucionales para cambiar la política. Por ello, el desafío actual es armonizar la urgencia ciudadana por la reforma con la necesidad de una buena reforma que sea aceptada por la ciudadanía en el referéndum inescapable del 9 de diciembre.