"Nuestra izquierda anda reñida con el poder y hace todo lo posible para no alcanzarlo jamás".,Un buen síntoma del extravío de la izquierda peruana es que el partido de Vladimir Cerrón lance en Lima a un xenófobo como Ricardo Belmont, y la agrupación del radical Gregorio Santos, nada menos que a la emprendedora derechosa Esther Capuñay. Ni siquiera ha podido aprovechar la coyuntura de la aparición de una ultraderecha racista, clasista y ahora xenófoba –que no es nueva y que ya tiene antecedentes en los movimientos religiosos conservadores infiltrados, con sorprendente hospitalidad de los jerarcas del fujimorismo keikista–, para desmarcarse y situarse como un polo de resistencia. Verónika Mendoza, la lideresa que más cerca podría estar de esta opción centroizquierdista, anda distraída en otros menesteres, imaginamos más urgentes políticamente hablando, y desperdiciando una circunstancia favorable para sus intereses. Eso de que su vertiente moderada o en alguna medida liberal es “la izquierda que le conviene a la derecha” es un cuento narrado por los sectores radicales, los ultras rupturistas de siempre, que sin embargo han atarantado a las fuerzas de izquierda más modernas, conduciéndolas a una radicalización inconducente (no hay nada que irrite más a la ultraderecha peruana que un “caviar”, es decir un centroizquierdista moderado: buen indicador de por dónde debería avanzar la izquierda). Por lo demás, Verónika Mendoza está cometiendo el mismo error que Julio Guzmán o Alfredo Barnechea, de creer que sus niveles de aprobación, al ser más altos que los de sus potenciales adversarios, son suficientes para esperar hasta el 2021. Guzmán es aprobado por el 21% de la ciudadanía y Mendoza por el 20%, los dos primeros lugares en base a ese indicador. Pero es necesario desbrozar las cifras. La respuesta que realmente importa es aquella vinculada a la desaprobación. Detrás de la opinión favorable puede haber mucho de inercia, una respuesta poco militante. En cambio, la desaprobación es más reveladora aunque sea menos sexy en términos mediáticos. Y allí, a Mendoza le va casi tan mal como al resto: tiene un altísimo 67% de desaprobación. Cuando cayó el muro de Berlín la izquierda emprendió un camino de revaloración de la democracia. A ello se condujo inicialmente, tanto que inclusive, con la complicidad de la derecha, les arrebató las banderas democráticas a quienes las habían enarbolado para enfrentarse directamente al comunismo totalitario. Pero algo pasó en el camino. Lo natural era que la izquierda no solo incorporase criterios democráticos sino también algunos parámetros liberales en materia económica, en particular el manejo sensato de la macroeconomía, permitiéndose eventualmente algunas políticas sectoriales heterodoxas. Pero el aluvión chavista arrasó por completo con ese recorrido. No solo hizo que la izquierda detuviese su migración al centro sino que se enredó con un modelo de desarrollo que claramente ha demostrado que conduce al estatismo más pueril y al autoritarismo más cercano al totalitarismo posible. Ni siquiera frente a la debacle del chavismo y de las izquierdas regionales (Correa, Lula, Kirchner, etc.), la izquierda nativa ha atinado a revisar su histórica disidencia respecto de una economía de mercado. Muy lejos de ello, en el Perú del último año se aprecia, inclusive, una resurrecta nostalgia nada menos que de Velasco y de algunas de las medidas por él aplicadas. Ante la implosión del fujimorismo –principal dique de contención de las izquierdas en los sectores populares– y la discapacidad del centro, la izquierda bien podría capturar espacios nuevos sin necesidad de acudir a radicalismos o autoritarismos. Por lo que se ve, sin embargo, nuestra izquierda anda reñida con el poder y hace todo lo posible para no alcanzarlo jamás. -La del estribo: dos sugerencias “al paso”. Uno, inscribirse en “(Un) Ser en la ciudad. Caminata escénica”, organizado por la Especialidad de Creación y Producción Escénica de la PUC: un recorrido a pie por el centro de la ciudad que incluye performance, danza, música, instalaciones plásticas, audiovisuales, sonoras (más de 40 performers y músicos). Hay varios horarios y es gratuito. Solo hay que inscribirse en la respectiva página en Facebook. Dos, chequear Sala de Parto, el festival de teatro organizado por La Plaza, y adquirir entradas para “Remote Lima”, obra de la compañía alemana Rimini Protokoll, que ya se ha puesto en 40 países y que la veremos puesta en el cementerio de Surco. Hay 20 funciones y se trata de caminar, con audífonos –no cuento más–, como protagonistas de un guion.