(*) Profesor PUCP
Como ocurre en setiembre de cada año, la Asamblea General de las Naciones Unidas abre sus primeras sesiones con la presencia de líderes globales, en el famoso pódium de la sede de Nueva York. Por allí ya pasaron en estos días varios mandatarios, y seguirán pasando, para contarle al mundo qué están haciendo en sus países y, a la vez y si les parece, qué le proponen a la comunidad humana.
Hay algunos temas que van pesando en estos discursos: la guerra en Ucrania, la lucha contra el cambio climático y la erradicación de la pobreza. Sobre el primero, ya hemos escuchado las frases lapidarias de Volodímir Zelenski, sobre su adversario bélico. Según él, Putin estaría usando como armas los alimentos, la energía y hasta el secuestro de niños ucranianos.
Tristemente, algo de esto se perfila en el territorio bélico, sobre todo por la renuencia del mandatario ruso a impedir que salgan granos por el mar Negro. Es la crueldad de la guerra, un asunto que, no hay que olvidarlo, estuvo en las raíces de la fundación de la ONU. El organismo se funda en 1945, tras la atrocidad de la II Guerra Mundial, para impedir que eso se repita.
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Décadas después, no estamos en un tercer gran conflicto global, pero que las armas nucleares hayan vuelto en los últimos meses a escena trae el viento tenebroso de esos años. De allí que Joe Biden haya recordado que hay que respetar ese impulso fundacional del organismo, y a la vez haya hecho sentir su peso al sentenciar que “Rusia está atravesada en el camino de la paz”.
Lula da Silva, el presidente brasileño, ha dicho por su parte que “ninguna solución será duradera si no pasa por el diálogo”, pero además ha sido, hasta ahora, de los pocos mandatarios que ha hablado sobre la desigualdad, el gran desafío de acuerdo con sus palabras. Ese es punto fuerte, porque la pobreza sí ha descendido en el mundo, pero el abismo social crece sin compasión.
Pero si hay un tema que ha aparecido con fuerza, en el verbo de casi todos quienes han hablado al momento, es el cambio climático. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha pasado del discurso crítico al dramático. “La humanidad ha abierto las puertas al infierno”, ha dicho, además de criticar acremente a políticos y empresarios que no se toman en serio el problema.
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¿Qué tiene que pasar para que los Estados, los líderes y los ciudadanos se den cuenta de que estamos ya en pleno incendio? Antes de la asamblea, se ha realizado una Cumbre de Desarrollo Sostenible en la misma ciudad de Nueva York, donde varios presidentes hablaron, incluyendo a Dina Boluarte, y donde se han hecho promesas y se han propuesto pactos interesantes.
Pero a la vez se ha constatado que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que son 17, no se están cumpliendo y hasta están retrocediendo. Y probablemente uno de los problemas es que muy pocas personas y políticos entienden que esta tragedia en curso, el cambio climático pronunciado, tiene que ver con las guerras, la pobreza, la desigualdad.
Si seguimos así, en unos años, en la ONU ya no se hablará de una posible catástrofe, sino de la desolación consumada.
Lic. en Comunicación y Mag. en Estudios Culturales. Cobertura periodística: golpe contra Hugo Chávez (2002), acuerdo de paz con las FARC (2015), funeral de Fidel Castro (2016), investidura de D. Trump (2017), entrevista al expresidente José Mujica. Prof. de Relaciones Internac. en la U. Antonio Ruiz de Montoya y Fundación Academia Diplomática. Profesor de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Fundación Academia Diplomática.