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Los malos consejeros

“En vez de seguir aferrados al discurso de la negación, quienes votaron por el fujimorismo con la idea de detener al comunismo, harían bien en reconocer que fueron víctimas de sus fantasmas”.

Los célebres motivos del oidor –miedo, miedo y miedo– se basan en una premisa correcta: el miedo es la emoción más potente en política. Por eso se la utiliza a mansalva. En nuestras circunstancias actuales, el temor al comunismo ha sido manipulado hasta la náusea. Para darle una representación de fácil asimilación, se ha agitado el espectro de Venezuela. Esta estrategia ha sido eficaz pero insuficiente. A pesar del casi monolítico apoyo de los grandes medios de comunicación, una mayoría –exigua, pero mayoría al fin– votó por el candidato Pedro Castillo, a quien se acusaba –no sin sustento documental– de comunista. El ideario trasnochado de Vladimir Cerrón y su partido Perú Libre, lo dice sin ambages.

No obstante, más de la mitad de los peruanos lo eligieron. Desde entonces Castillo se ha lanzado en una campaña para decirnos que él no se identifica con ese mamarracho ideológico. Ha dado importantes pasos en ese sentido, pero lo cierto es que solo podremos estar seguros, si los organismos electorales lo proclaman ganador, cuando veamos su equipo de Gobierno oficial el 28 de julio.

Pero el miedo no es el único consejero del mal. También lo son la rabia y la culpa. Suelo tener esto en mente en mi consultorio, pues las personas a menudo toman decisiones equivocadas al estar poseídas por estas brujas de Macbeth. El miedo al comunismo es, además, una fachada para el miedo atávico de los sectores urbanos modernos, a la invasión de la “indiada” que baja de los cerros. Por eso la presencia de los machetes de los ronderos ha tenido tanto impacto.

Sin embargo, junto al miedo se aloja la ira por tener que reconocer que la democracia es, con todas sus fallas, un sistema en el que los votos de los “indios” valen igual. Por eso la narrativa del fraude –a la que Ipsos acaba de dar la estocada final– se repite como un mantra, y se reviste de razonamiento matemático falaz.

Acaso lo más difícil de reconocer, por provenir de las capas más profundas de lo inconsciente, sea la culpa. Doscientos años de inequidad, desprecio e invisibilización, están aflorando y esas flores son de retama (no de Lourdes). En vez de seguir aferrados al discurso de la negación, quienes votaron por el fujimorismo con la idea de detener al comunismo, harían bien en reconocer que fueron víctimas de sus fantasmas y ponerse a trabajar para sacar adelante este país tan fragmentado en el que nos ha tocado vivir.

La República

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