Seguimos en compás de espera hasta que el Servicio Nacional de Certificación Ambiental para el Desarrollo Sostenible (SENACE) dé su veredicto al proyecto del consorcio hispano-brasilero del Terminal Portuario de Paracas (TPP) para transportar, almacenar, mezclar y embarcar concentrados de minerales, amenazando peligrosamente con material tóxico el futuro de la flora, fauna, pesca y del turismo de la Reserva Nacional de Paracas (RNP).
En primer lugar, no estaríamos ante este gravísimo problema si en el 2008 el Estado (teniendo como presidente de la República al finado Alan García Pérez– acusado posteriormente de corrupción), a través de la Autoridad Portuaria Nacional y de PROINVERSIÓN, no hubieran convocado a concurso la concesión de un megapuerto multipropósito.
Segundo, si en el 2014 (teniendo como presidente de la República a Ollanta Humala Tasso–también acusado posteriormente de corrupción) no se hubiera dado la Buena Pro al TPP por 30 años para el proyecto del Terminal Portuario General San Martín–Pisco, aquí el problema hubiera concluido.
Y tercero, si en el 2016 no se hubiese aprobado el cuestionado EIA (dos días antes del cambio de mando de Humala a PPK – otro expresidente cuestionado posteriormente por corrupción) debido a que el proceso fue poco transparente, no pudiéndose contrastar los datos y observaciones técnicas. Esta tercera oportunidad hubiese sido el gran momento para que las autoridades pertinentes reflexionaran y pensaran en otra salida y dejaran para siempre en paz el frágil ecosistema de la Reserva Nacional de Paracas.
Pero como somos enemigos persistentes de la madre naturaleza, ahora en el 2020 tenemos un terminal portuario con un muelle para exportar granos, cereales y contenedores con todos los problemas que ello acarrea: contaminación del aire, contaminación sonora, lumínica y paisajística, incluyendo el actual tránsito diario de los 280 camiones (560 viajes/día), y que con la ampliación del muelle aumentarían a 500 camiones diarios (1,000 viajes/día) y no como el TPP viene desinformando al indicar que solo transitarían 35 camiones/día.
Al impacto de los camiones se sumaría el de la construcción del almacén de concentrado de mineral, donde el TPP arguye que el sistema a implementarse consistiría en un almacén y métodos de embarque totalmente herméticos para evitar la dispersión de partículas en el aire en el trayecto desde el almacén hasta el depósito del mineral en las bodegas de los buques (este punto ha sido observado por SENACE). Pero nadie ha puesto en la balanza que somos un país que está expuesto de sufrir un megasismo luego de 274 años de silencio sísmico. Debemos recordar que el sismo de magnitud 7 en Pisco en el 2007 no solo significó pérdida de vidas humanas sino también cuantiosos bienes materiales y que en Lagunillas (casi a espaldas del TPP) las olas alcanzaron hasta los 5 metros de altura. ¿Somos los peruanos tan necios que no imaginamos las consecuencias de un posible sismo de 8 grados o más? Basta ver los videos del terremoto de Japón del 2011 en Internet. Un terremoto de esas dimensiones donde la liberación de la energía sería exponencial, seguramente provocaría un tsunami con olas de 10 metros de altura que barrerían con todo: camiones, muelle, buques, almacén y por supuesto todo el concentrado tóxico de mineral terminando en el mar y con ello el fin de nuestra Reserva Nacional de Paracas. ¿Increíble, verdad? La estupidez humana está llevando a clavarle un puñal en el corazón a nuestra Reserva y sin entender que Paracas vale más que cualquier operación minera.
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