Contra la corriente

“No podemos seguir nadando ciegamente contra la corriente. Señores congresistas, ya es momento de actuar: ¡eliminen la Ley 23306-1994!”.

Llamar a mis dos últimos artículos “Contrasentido” y “Contrasentido II” fue para advertir sobre el serísimo problema que existe en el ámbito de la Costa Verde que, a su vez, se debe básicamente a dos temas: la falta de autoridad y de autonomía de la mal llamada Autoridad del Proyecto Costa Verde y el no contar con un Plan de Manejo Integral actualizado. Toda esta anómala situación ha creado absurdos despropósitos que han mellado el desarrollo óptimo de este magnífico espacio urbano, y que quizás sea el último gran espacio vacío de la capital.

El zafarrancho urbano que se ha venido cometiendo a todo lo largo de la Costa Verde no solo ha creado un sistema vial agresivo y contaminante. También se ha omitido la prevención de los posibles fenómenos naturales y, como coronamiento de la torta, el de no poder frenar y controlar el voraz apetito inmobiliario. Todos estos atentados increíblemente han venido desarrollándose en las últimas cinco décadas, además del criminal despilfarro económico producido en todos estos años, y todo esto debido a la irresponsabilidad y la corrupción de la mayoría de los gobiernos municipales que, sin estrategia ni planificación, han tenido como táctica “poner la carreta delante de los caballos”.

Esta anárquica informalidad municipal ha llevado a que hoy tengamos una Costa Verde caótica, desmembrada e insegura. Toda esta lamentable realidad es para preguntarse si las autoridades municipales sabían dónde estaban y hacia dónde se dirigían, y a mi parecer creo que hasta la fecha ni se enteran. Tampoco se dieron cuenta de que antes que nada había que estudiar el ámbito costero y las posibles respuestas de la naturaleza como los terremotos y los tsunamis (la estrategia) y llegar a una propuesta o proyecto inteligente de control y prevención para así crear una ruta urbanística, amigable, armónica y segura (la ejecución).

Como muestra un botón: ¿sabían ustedes que en el año 1992 (¡hace 28 años!) la Hidrografía de la Marina del Perú encargó y pagó al prestigioso Laboratorio Hidráulico de Delfast (Holanda) un estudio técnico completo sobre las corrientes, vientos, mareas, olas y sedimentos de la bahía de Lima con el fin de que cualquier interesado pueda consultar dónde se pueden hacer estructuras en el litoral para desarrollar diferentes clases de proyectos como ganarle tierra al mar, crear playas de arena, construir rompeolas o espigones, desarrollar un puerto turístico, etc.? Hasta donde he averiguado, ninguna municipalidad se ha acercado a dicha institución para hacer consulta alguna. Es decir, todos los proyectos realizados hasta el momento por los seis distritos ribereños, incluyendo a la misma Municipalidad Metropolitana de Lima, solo se han dejado llevar por la torpe fuerza de su propia intuición con todas las metidas de pata que hoy conocemos. ¡Increíble verdad! ¿Será solo por ignorancia e ineptitud o por otros motivos más oscuros, aunque frecuentes en nuestra vida citadina?

Para finalizar, tampoco puedo dejar de comentar la ceguera de las municipalidades sobre el peligro de los acantilados. Recuerdo que hace 50 años le escuchaba decir al célebre ingeniero sísmico Julio Kuroiwa Horiuchi (1936-2019) que no se debe permitir construir grandes edificios en el borde de los acantilados, porque tarde o temprano ante la eventualidad de un megasismo dicho edificios por sobrecarga se deslizarán hacia el mar, provocando una cuantiosa pérdida de vidas e inversión públicas y privadas que no quisiera imaginar. Hoy, sin embargo, existen soluciones ingenieriles que pueden paliar dicho peligro, pero para ello no podemos seguir nadando ciegamente contra la corriente. Señores congresistas ya es momento de actuar: ¡eliminen la Ley 23306-1994!