A 10 años de la muerte de Hugo Chávez: “Será una imagen diluida en el tiempo”, dice Tulio Hernández
Tulio Hernández, sociólogo y columnista venezolano, señala que el hecho de que solo tres expresidentes hayan ido a la conmemoración por los 10 años de la muerte de Chávez es un “síntoma de olvido”.
Una década después de que Hugo Chávez falleciera y dejara a Venezuela conmocionada, Tulio Hernández —exiliado en Colombia por una amenaza de cárcel de Nicolás Maduro en la cadena de radio nacional— reflexiona sobre lo que significó la partida de 'El Comandante', el legado que deja en la región y nos narra tres encuentros que tuvo con el político, cara a cara: el primero, como un simpático y delgado candidato a la presidencia que explotó por la presencia de una mujer; el segundo, en el cual vio a un hombre con “una mirada implacable, desconfiada”; y el último, cuando no quiso reprimir una marcha en su contra, pero que tiempo después sí lo hizo.
Hernández es sociólogo y docente universitario. Foto: Blog/Tulio Hernández
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“Comenzó en un entusiasmo de masas y terminó en un funeral, el suyo”
—A 10 años de la muerte de Hugo Chávez, que coincide con el fallecimiento de Josef Stalin, ¿cuál es la huella que ha dejado 'El Comandante' en Venezuela?
—Chávez, para decirlo con una imagen visual, fue un huracán caribeño que condujo un proceso político que transformó plenamente al país. Fue un proceso político, a mí me gusta decir, que comenzó en un entusiasmo de masas y terminó en un funeral, el suyo, el de la democracia y, en general, del país, porque Chávez llegó y le dio esperanzas a un pueblo y un país donde la política producía desencanto y donde había una desafección por los dos partidos que habían creado la democracia. Chávez reencantó a la política, le dio una esperanza a la gente, sobre todo, a los más pobres y a las clases medias.
Cuando se murió, los dejó solos. No había concluido ningún proyecto y, si revisamos los resultados de hoy, su presencia, como la de los huracanes, fue devastadora.
Hugo Chávez nació el 28 de julio de 1954. Foto: AFP
—Hugo Chávez hablaba mucho del modelo socialista, la industria socialista, el socialismo del siglo 21, etc. Entonces, ¿usted cree que no implementó un sistema en sí?
—No, Hugo Chávez, más que un proyecto de Estado de sociedad, lo que tenía era un compendio de ideas emotivas, (es decir) un compendio de consignas que nunca llegaron a plantearse en blanco ni negro, con metas, objetivos precisos, sobre qué iba a ser la sociedad, por ejemplo. Él decía cosas emotivas como: “Vamos a convertir a Venezuela en una potencia mundial petrolera” y lo que hicieron fue destruir a PDVSA. “Vamos a crear industria y economía socialista dirigidas por los propios obreros” y todas las empresas que sometieron a ese esquema las quebraron.
Hoy ya nadie habla en Venezuela de socialismo ni de igualdad, tanto que lo que algunos gobernantes como Freddy Bernal, en el Táchira, dicen que los nuevos héroes son los empresarios, que necesitan de la inversión extranjera. Hay toda una especie de capitalismo salvaje, nada cercano a un modelo de economía centralizada o planificada. Las diferencias en los sueldos en Venezuela son abismales. Entonces, ni se construyó un proyecto socialista en el sentido, digamos, más comunista del término en el sentido cubano. Tampoco (hubo) una sociedad socialista en términos, vamos a llamarlo, de la socialdemocracia europea, en términos de Finlandia o Noruega.
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Los tres encuentros con Hugo Chávez
—¿Usted cree que, desde la muerte de Chávez hasta ahora, en pleno 2023, Venezuela es otra?
—Sí y no. Ha cambiado en la desafección por el proyecto chavista en tanto que él era un líder descomunal, mesiánico. Chávez generaba unas pasiones como pocos políticos en América Latina, como tal vez Evita o el propio Perón en Argentina, unos fenómenos de enamoramiento colectivos como el mismo Hitler, Mussolini o Fidel. Una vez que él desaparece, el chavismo casi sucumbe.
Chávez casi muere cuando empiezan a caer los precios del petróleo. Entonces, todos los desastres de la economía le caen a Maduro, o sea, todo lo que ya se había venido tejiendo brota a partir de 2017. No por casualidad, en aquel año, comienza la migración más grande de Venezuela.
Durante el Gobierno de Chávez, hubo mucha represión, pero no se llegó al número de presos políticos de torturas ni de asesinatos, que se cometieron en los primeros años de Maduro. Entonces, digamos que sí cambio el esquema de Gobierno y cambió, básicamente, porque ya no podían seguir jugando a lo electoral y a la democracia.
—Usted ha contado que pudo conocer a Hugo Chávez. ¿Podría describir el o los encuentros que tuvieron? ¿Quién era realmente Hugo Chávez?
—Yo lo tuve en tres momentos distintos. Uno cuando era candidato. A mí me tocó ser uno de los cinco entrevistadores que conversaban con los candidatos para un programa de televisión que se llamaba "Palabras para Venezuela". Me acuerdo de que había una mujer muy hermosa que me había dicho que quería conocer a Hugo Chávez. Yo le dije: "Entonces, vente conmigo". Entró donde a uno lo maquillan y, de repente, Chávez ingresa haciendo ejercicios fonéticos. No nos conocíamos ni éramos amigos ni nada, pero me dice: "Hey, Patulio, ¿cómo estás? Tú vas a creer que estoy loco, pero es que, como hablo mucho, tengo que cuidarme la voz".
Era un tipo simpatiquísimo y me dijo, por cierto, una cosa bastante machista —nada raro en Venezuela o en América Latina—: "Mira, que no te vaya a gustar esto del maquillaje, porque eso debilita". Y de repente mira por el espejo, ve a esta mujer y se convierte en un monstruo. Dice: “¡Qué mierda es esta! A mí me dijeron que aquí nada más iban dos personas. ¿Quién es esa?”. Y yo le digo perdón, me está acompañando.
"Saquen de aquí esta vaina, ya", dijo. Y cuando ella se fue, volvió a ser el simpático e hizo chistes. Todos los que lo entrevistamos tuvimos una cierta debilidad por su simpatía.
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"Un síntoma de olvido"
—¿Por qué Chávez reaccionó así?
—Porque él entró a la política con la paranoia de que lo iban a matar y, obviamente, era una estructura personal paranoica y, también, por su tema religioso, o sea, él hablaba con los muertos. Había hecho espiritismo y, cuando leyeron las cartas de muy joven y él no creía, le dijeron que iba a morir joven. A la larga, murió joven. Obviamente, tenía un temor muy grande.
—¿Y la otra vez que lo vio?
—El segundo encuentro fue con un hombre turbio. Fue en el Palacio de Miraflores ya siendo presidente electo, preparando a su equipo de gobierno. Yo había colaborado en la transición, lo que se llama las comisiones de enlace entre el Gobierno anterior. Chávez ya era un hombre duro, recio y de una mirada implacable y desconfiada como una especie de Jefe Superior. Pareciera que hubiese estado toda la vida en ese poder. Entonces, (Chávez) era dos personas o muchas personas.
Foto de los últimos años de Hugo Chávez. Foto: AFP
Después, tuve un tercero cuando él llamó a un grupo de intelectuales para hablar de la convocatoria de un referéndum para aprobar la Constituyente. Ese día, había un movimiento de protesta en un Estado llamado Sucre. Habían quemado una gobernación. Lo escuché hablando con el gobernador diciéndole que no podía sacar las fuerzas represivas a la calle, que eso era lo que hacían los Gobiernos anteriores y que, si él era un líder, tenía que dar la cara, pero, si lo mataban, era porque no era un líder. En esa época, estaba empezando su Gobierno y todavía no había actos represivos. A mí me emocionó la seriedad con la que dijo eso, pero lo pocos meses o años lo vimos haciendo una represión espantosa.
—¿Cómo cree que se recordará a Chávez en la posteridad?
—Yo creía que (Chavez) se iba a marcar mucho y se iba a convertir en lo que él quería: en el altar de los héroes revolucionarios latinoamericanos. Pero tengo la sospecha de que, primero, Maduro estuvo tratando de conseguir su propia imagen. Para ello, se tiene que suprimir en lo posible el peso tutelar de Hugo Chávez.
Creo que, con la misma velocidad que entró y salió de la historia venezolana, va a ser una imagen diluida en el tiempo. Eso es una hipótesis, pero ya hoy el hecho de que, en la celebración de los 10 años de su muerte, solo estén tres expresidentes ya es un síntoma de olvido.