¿Cómo salvamos al limón?
Los fenómenos climáticos extremos seguirán golpeando la producción del cítrico por excelencia, además de otros cultivos básicos de la canasta familiar. Desarrollar plantas más resistentes a las plagas, sembrar en zonas altas y capacitar tecnológicamente a los agricultores son algunas de las alternativas que proponen los especialistas.
Desde su chacra en Salitral, en el Alto Piura, el agricultor Manuel Hidalgo cuenta amargamente lo que ocurrió este año con su limón.
–Primero tuvimos el estrés hídrico, el año pasado —dice—. Y este año ha sido la abundancia de lluvias. Después de que se regaban cada 20, 30 días, vino que se regaban casi todos los días. Ahí aparecieron las plagas y enfermedades.
En un año normal, Hidalgo producía por esta época unas 20 mallas de limón. En la última campaña no produjo ninguna. La lluvia impidió la floración y provocó que sus plantas se llenaran de ácaros. Y los pocos frutos que dieron tenían las cáscaras manchadas.
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–A esos limones les dicen “huevos de pava”— dice—. Eso fue lo único que tuvimos. Y vino una empresa de Sullana y nos compró todo.
A Hidalgo le sucedió lo mismo que a todos los pequeños productores de limón del norte del país: una combinación de factores climáticos y ausencia de apoyo estatal tiró abajo casi toda la producción de esta época del año, provocando que el precio del fruto en los mercados alcanzara niveles nunca antes vistos: si el kilo costaba poco más de 5 soles a inicios de año y alrededor de 9 soles a inicios de agosto, en la última semana superó los 17 soles en Lima.
–Vino el ciclón Yaku, vino El Niño y vinieron las lluvias, que vinieron después de un largo período de sequía —dice Angie Higuchi, docente de la Universidad del Pacífico—. A eso le sumas la crisis de fertilizantes y de otros insumos para la agricultura. Desde el año pasado, los agricultores han tenido muchas pérdidas.
La investigadora explica que los suelos empozados por el agua de las lluvias mataron las raíces de las plantas, lo que impidió la floración. Y que la humedad trajo la antracnosis, una plaga que ataca a la flor e impide que nazca el fruto
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Ante el encarecimiento del precio del limón, el Gobierno lanzó algunas ideas que parecieron bromas. La ministra de Desarrollo Agrario dijo que a las ensaladas habría que echarles más sal y vinagre. Y el de Economía propuso que reemplacemos el ceviche por el pollo saltado.
Álex Contreras, el titular de Economía, también mencionó dos medidas que podían, según él, ayudar a enfrentar la situación: ampliar las tierras de cultivo del limón e importar.
Sobre lo segundo, Angie Higuchi dice que importar no es una opción viable.
–El limón sutil, que es el limón más ácido, el cevichero, solo lo tiene Perú, México y Colombia —dice—. Pero no podemos importar de México y Colombia porque corremos el riesgo de traer una plaga llamada dragón amarillo, que podría contagiar a nuestros cultivos.
Con respecto a la propuesta de aumentar la producción en nuevas tierras, dijo que es una solución que no resuelve la situación actual.
Pero, considerando que, según los científicos, eventos como las lluvias extremas y las sequías serán cada vez más recurrentes debido a los efectos del cambio climático, parece pertinente pensar en el mediano y largo plazo.
Porque lo que ocurre con el limón estas semanas —y con el mango, y lo que ocurrirá con la papa y el maíz en los próximos meses— son situaciones que, con seguridad, se repetirán en los próximos años. Comenzando por el 2024.
–Lo que ocurre hoy es la antesala de lo que pasará con el Niño Global —dice Angie Higuch—.
Debemos pensar qué medidas adoptar para proteger al limón (y a los otros cultivos vulnerables a los próximos eventos climáticos).
Tecnología y recursos
Quizás deberíamos comenzar a mirar lo que están haciendo los grandes productores de limón, quienes, según los especialistas, sí tomaron las previsiones para evitar esta crisis.
–Los agroexportadores ya previeron que iba a pasar esta situación y con recursos han podido hacer labores preventivas —dice Beatriz Salazar, coordinadora del Programa de Cambio Climático del Cepes—. Han hecho labores de prevención, como podas masivas, han usado sustancias que aceleran la floración para que no coincidan con épocas de lluvia o protegiendo sus cultivos con defensas ante inundaciones.
Salazar dice que los pequeños agricultores no pueden tomar las mismas previsiones porque el Estado no les ha enseñado qué hacer y porque, además, no tienen recursos.
–El Estado tiene que invertir más para preparar a la agricultura familiar para lo que se nos viene con el cambio climático —dice—. Los pequeños agricultores, como los pequeños productores de limón, necesitan asesoría técnica para prepararse ante este tipo de situaciones.
Angie Higuchi coincide en que la capacitación técnica es una necesidad urgente, por ejemplo, reactivando las extensiones agrícolas. También considera que podrían instalarse nuevos cultivos del limón en zonas altas, donde el agua de las lluvias se empozará menos.
Tanto la investigadora de la Pacífico como la especialista de Cepes señalan que las instituciones científicas tienen que concentrar esfuerzos en investigar cómo hacer que el limón y otros cultivos que son parte importante de la canasta familiar sean más resistentes a las enfermedades y a los eventos climáticos extremos.
Respecto a ese punto, Juan Loayza, coordinador del Proyecto de Frutales del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), informó a DOMINGO que su institución ya está desarrollando técnicas, como los portainjertos, que harán que las plantas de limón crezcan más rápido, puedan adelantar sus ciclos de florecimiento y, en general, resistan mejores condiciones de sequía o de abundancia de lluvias.
El INIA también está desarrollando en sus laboratorios y viveros variedades de cítricos libres de virus, las que, instaladas en las chacras, tendrán mucha mayor resistencia a problemas como las lluvias torrenciales y las plagas.
–Se va a implementar planes de transferencia tecnológica y a potenciar las estaciones experimentales del país, con el fin de compartir este conocimiento con los productores.
La idea es que, con el tiempo, estas nuevas técnicas y variedades estén disponibles para la mayor cantidad posible de agricultores.