Rommy Hübner: técnica infalible
A los 45 años descubrió que le gustaba patear y que el poomsae sería su deporte. Aprendió de sus entrenadores más jóvenes y de sus hijos, taekwondistas como ella. Quedó quinta en otras competencias mundiales, pero este año su disciplina dio frutos y ganó la medalla de oro en el Mundial de Taekwondo Poomsae 2022.
Para convertirse en campeona mundial, Rommy Hübner tuvo que equivocarse varias veces y aprender de sus errores. Hasta antes de ganar la medalla de oro en el Mundial de Taekwondo Poomsae 2022, en Corea del Sur, la deportista de 54 años siempre quedaba quinta en las competencias internacionales.
En el World Taekwondo Poomsae Championships 2016, que se realizó en Lima, cometió el error de desconcentrarse al verse reflejada en una pantalla. Pensó que había realizado un movimiento equivocado y se quedó congelada unos instantes frente al público, arruinando su presentación. Dos años después, en el mundial de Taipei, cometió el error de trastabillar tras hacer una doble patada. Se quedó pensando en su falta, machacándose el haberse equivocado y, como efecto dominó, falló los demás movimientos.
Los conocedores deben saber que el poomsae es una modalidad del taekwondo, que consiste en realizar movimientos de defensa y ataque lentos pero enérgicos. Se dan patadas a lo alto y puñetazos al aire como si se combatiera con un adversario imaginario. Las rutinas duran un minuto y medio y se premia la precisión del movimiento, el equilibrio y la concentración.
Hübner de 54 años se encuentra en Canadá con sus hijos y esposo cumpliendo entrenamientos suaves. Foto: Amadeo y Arahel Boza
En 2020, Hübner repitió el frío plato del quinto lugar en el mundial que se realizaría en Finlandia, pero que debido la pandemia tuvo que hacerse vía Zoom. Esa vez, al realizar su performance en el patio de la casa de una amiga, no sintió que estaba en una competencia internacional, por lo que le salió flojo, le faltó energía. “Estaba frustrada”, dice la campeona por videollamada desde Canadá, donde está temporalmente con su familia.
A la última competencia realizada a fines de abril en la ciudad coreana de Goyang, la deportista llegó con harta experiencia para representarnos en la categoría Sub-60.
Una de sus reglas infalibles es no mirar a sus contrincantes y mantenerse de espaldas a la cancha minutos antes de pisar el tatami. “Si veo que se tropieza, me quedo pensando que eso me puede pasar a mí, me enredo y desconcentro”, dice.
Otra táctica que aprendió de su entrenadora, la medallista Winnie Yi Wu, es mirar hacia adentro, no buscar un punto externo para concentrarse, sino abstraerse. “Solo piensas en lo que estás haciendo y haces lo mejor que puedas”, dice la taekwondista.
La ingeniera alimentaria y taekwondista corrió emocionada con la bandera en el World Taekwondo Poomsae Championships Goyang 2022.
Y lo que más ha interiorizado es que, tras el error, hay que dejar el reproche y seguir adelante: “Si haces un mal movimiento, no te vas a quedar pensando ‘ay, me equivoqué’, porque no estarás concentrada en el siguiente. Tienes que aprender a soltar, si te equivocas, sigues nomás”.
Si bien en el poomsae se premia la perfección –el puntaje empieza con 10 y va bajando a medida que los competidores cometen errores–, Hübner da testimonio de que llegar a ella requiere de mucho ensayo y error, no se obtienen triunfos a la primera, se necesita perseverancia, y vaya que a nuestra campeona le sobra.
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Movimientos de sinfonía
Empezó en este arte marcial milenario cuando tenía 45 años. Por ese entonces compartía su día entre su negocio de pastelería y las clases de taekwondo de sus hijos en el Club Regatas de Chorrillos. Fue allí donde, para matar el tiempo, se unió a la clase de los menores junto a Marina, otra mamá que esperaba a sus hijos. A Rommy nunca le llamó la atención los deportes, tampoco ir al gimnasio, hasta que descubrió que le encantaba patear, movimiento esencial del poomsae.
Poco a poco se fue enamorando de esta disciplina que tiene su origen en Corea y que parece relajada, pero requiere de fortaleza física en piernas, brazos y abdomen. La taekwondista compara los movimientos o “pumses” con los de una sinfonía: “Comienzan suaves y terminan explosivos, además, necesitas mucha memoria para recordarlos”. “Poom” significa forma, y “sae”, estilo.
Era consciente que un cuerpo de más de cuarenta es diferente a uno de veinte. Tenía limitaciones, le faltaba elasticidad y músculo, pero eso, en lugar de intimidarla, la retó: “Cuando comienzas a competir te pica el bichito y quieres obtener mejores resultados”, dice. Y así fue como empezó a presentarse primero a certámenes internos del Regatas y luego a competencias internacionales.
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Reconoce Rommy que trataba de aprender lo más que podía de los jóvenes. Su hija Aitana –también taekwondista de alto rendimiento– hacía las veces de su compañera de ejercicio. A su entrenadora Winnie Yi Wu –campeona mundial de poomsae free style 2012–, quien tiene treinta años menos, le dice “yo quiero ser como tú cuando sea grande”: “No me gustaba ponerme en la fila de los masters, quería estar al lado de los menores para aprender, siempre los he mirado como referentes”.
Winnie fue quien estuvo a su lado en Goyang para calmarla y alentarla. El día de la competencia, Hübner había pasado la primera ronda entre las cuatro finalistas. Se preparaba para su segunda presentación. Estaba ansiosa porque la “maldición del quinto lugar” se había esfumado, y era posible ganar una medalla. Los nervios la hicieron traicionar su regla de no mirar y vio de reojo a su contrincante, lo que la dejó confundida. Instantes antes de su performance, Winnie solo atinó a decirle: “Entra y patea como sabes hacerlo”.
Fue suficiente para que la peruana hiciera una presentación impecable. Venció a su rival de Australia. Había ganado la medalla de oro, pero ella no se enteraba. No veía bien la pantalla de puntuación, hasta que reventó el grito de la barra peruana, y el árbitro la señaló como ganadora. Rommy saltó de alegría, corrió con la bandera, se arrodilló y persignó.
Antes de subirse al podio tenía que pasar por la sala antidopaje. La emoción no le dejó rellenar el formulario, y sólo cuando la adrenalina fue aplacándose en su cuerpo, sintió unos calambres en las pantorrillas y los muslos, que tuvieron que auxiliarla. Lo había dado todo en el tatami.
Así fue como Rommy Hübner, una empresaria de la pastelería, descubrió, entrada a los cuarenta, que le gustaba patear y que el poomsae sería su deporte hasta lograr la consagración.