La victoria de los huacones en la Unesco
Celebración. Un día como hoy, en el 2010, la danza de la huaconada, de Mito, Junín, y la danza de las tijeras fueron declaradas como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Por: José Carlos Vilcapoma
Eran cerca de las 6 p.m., del 16 de noviembre del 2010, cuando los 160 delegados de la Unesco, en medio de un calor sofocantes, en Nairobi, Kenia, después de un acalorado debate, desestimaban al chile, ají mexicano, como patrimonio de la humanidad bajo el argumento de que ajíes había en todo el mundo. El Comité Intergubernamental abría el tema huacones, de Mito, y la danza de tijeras (era el último punto de debate) e invitaba a nuestra delegación a la exposición de rigor. Mientras eso ocurría en el Viejo Continente, aquí, en la capital, en Palacio de Gobierno, cientos de danzantes de tijeras y de huacones aguardaban desde muy temprano los resultados. Eran las 10 a.m.
Como ninguna otra delegación, entonces, nos acompañamos de tres personajes de las danzas. Estaban Mauro Rojas, el delegado del pueblo de Mito, con impecable e imponente indumentaria de huacón. Su máscara de madera con ojos penetrantes y misteriosos lo hacían más temido como admirado. Lo acompañaba otro huacón, pero este era un europeo, alto y rubio, que por razón familiar (era yerno de Mito), quien, sin embargo, nunca se supo de su pertenencia étnica, a razón de su típica y ritual vestimenta. Al flanco izquierdo, de la mesa que llevaba el letrero de Perú, estaba Mauro Gamboa, músico, violinista de los danzantes de tijeras. Argumentamos que la danza de tijeras era una expresión ritual cuyo registro se remontaba al siglo XVI, especialmente al Taki Onqoy, aquella expresión ritual y festiva surgida en 1565 en Parinacochas; documentada veinte años más tarde en el Aullagas, al borde del lago Poopó en Bolivia, en 1586, por el cura Bartolomé Álvarez, bajo el nombre aimara de Talausa. Cuando llegó el turno de los huacones, se argumentó que se trataba de otra expresión registrada en las crónicas del siglo XVI, que hacía mención a los dioses de la oscuridad como el temible Kon, como tal héroe del control social. Por esa razón, la danza anual en Mito, en el valle del Mantaro, era de sociedad secreta de varones, castigadores de sus autoridades a quienes someten con sus zurriagos. Las máscaras misteriosas de prominente nariz lo confirmaban. Se sometió a votación y esta fue unánime, no sabemos si por los argumentos o por los personajes. Lo cierto es que, una vez culminada la nominación, se cerró la sesión, entre remolino de gentes que querían tocar a nuestros personajes. No era costumbre que una delegación estuviera integrada por sus propios protagonistas. Comunicamos tales resultados por teléfono convencional; entonces no había WhatsApp.
Aquí en Perú, el anuncio lo hizo en el patio principal de Palacio Juan Ossio, primer ministro de Cultura. El júbilo no se hizo esperar. Salieron de Palacio entre danzas a los perímetros de la plaza y calles principales del centro de Lima. Se habían logrado dos patrimonios culturales inmateriales de la humanidad para Perú. Era la tercera y cuarta nominación de las catorce con que hoy contamos. Esta alegría, poco a poco, se fue a los pueblos andinos; era motivo de orgullo y pertenencia.
Danzante de tijeras. Foto: difusión
En Mito se erigió un monumento en el mirador del pueblo, de cara al valle del Mantaro. En Andamarca, Ayacucho, se dotó de un local a los danzaq al lado de una réplica en bronce. En Lima se les prometió la casa del danzante de tijeras e incluso algunos políticos hablaron de darles de una pensión. Empero, muchas de aquellas promesas quedaron en eso, en promesas.
Tarea del Estado
Ojalá, cuando a la Unesco le toque evaluar dicha nominación, hubiera algo más que mostrar, pues tal categoría universal pasa por la responsabilidad del Estado en su promoción y defensa. Ojalá no corra el peligro de su retiro de tan ansiada y lograda nominación.