Cultural

Víctor Delfín: "El talento no es suficiente si no tienes disciplina"

Actualmente exhibe la muestra “Hablemos de amor" en el Museo Andrés Del Castillo, ocasión que le permite hablar de su trayectoria, de creación y la situación social que vive nuestro país. 

Destino. Delfín cuenta que su familia lo apoyó en su carrera al arte porque confiaba que ese era su camino en la vida. Foto: Antonio Melgarejo/La República
Destino. Delfín cuenta que su familia lo apoyó en su carrera al arte porque confiaba que ese era su camino en la vida. Foto: Antonio Melgarejo/La República

Está apoyado en una mesa, en su taller de Barranco. No por sus 96 años de vida sino por una lesión que ha sufrido en el pie derecho. Víctor Delfín es un artista guerrero que no le es ajeno estar presente en las luchas sociales, como lo estuvo en la marcha de los Cuatro Suyos contra la dictadura del fujimontesinismo. Siente que la calle lo llama, pero no puede ir. A contracorriente, este tiempo de abusos y convulsiones sociales, el artista exhibe la muestra “Hablemos de amor” en el Museo Andrés Del Castillo, centro de Lima.

—¿Por las convulsiones que vive el país, también podríamos hablar de guerra?

—No, el amor es una cosa y la guerra es la destrucción. Hay un libro que me ilustró mucho sobre ello, que es de Vicente Alexandre, que tiene el mismo título, La destrucción o el amor. Es muy bello porque, precisamente, habla de eso. El que ama construye, no envidia, no agrede, es tierno y solidario. El amor no solo es una cuestión sexual; el amor es una cuestión que va más allá de lo sexual, porque lo sexual es un instante maravilloso y puede, a veces, cansar y de allí viene la bipolaridad de los hombres y las mujeres que de pronto se separan. Y no porque no hay amor sino porque la atracción sexual se ha acabado. Sabe, si se saber superar el asunto amoroso, se termina en una gran amistad, que es, acaso, una variante del amor.

—Leí que de niño iba al cine, en Lobitos, Piura y que recuerda los afiches de las películas, ¿tuvo que ver con su vocación por el arte?

—No, antes de ir al cine y aprender a leer, me gustaba dibujar y dibujar. Cuando aprendí a leer, yo dibujaba y leía mucho. Fui a la escuela, creo, a los 7 años, cuando me dio la gana. Como yo era el último de los hermanos, mis padres me engrían mucho, pero yo era muy correcto en todo. Yo solo estudié hasta tercer año. Me aburría, me salí de la escuela y me puse a dibujar. Mi padre tenían tanta fe en mi vocación que me alentaba. Hasta sus amigos le dijeron que el arte era mi destino. Y así, con los años, me vine ala escuela de Bellas Artes, que era un todo un centro cultural donde confluían poetas, dramaturgos, músicos, escritores y personalidades de la cultura. Allí conocí a Romualdo, Sebastián Salazar Bondy, Cecilia Bustamante, Arturo Corcuera, Carlos Bernasconi y Elvira Travesí, entre otros.

—Allí también conoció a Apu-Rimak, su maestro…

—Por supuesto. Allí todos eran maestros y compartían su conocimientos. Ricardo Grau era muy exigente y le rehuían, pero no fue mi profesor. Pero había una apertura. Los profesores se sentaban en una banca de la escuela y alrededor de ellos estaban los alumnos para escucharlos. Cada profesor tenían sus ideas, sus tendencias. Grau, que se había educado en Bruselas, era un fanático de Europa. Decía que hay que irse a Francia, mientras que Apu-Rimak me decía que yo tenía que conocer el Perú y si me iba a Europa, dejaba de ser lo que era para convertirme en una alumno de la escuela francesa. Era un dilema.

—¿Y cómo lo resolvió?

—Mire, gracias a Sabino Springett y Apur-Rimak, que eran amantes de la geografía y cultura peruana, y gracias al ómnibus que tenía Bellas Artes para los becados, que era mi caso, conocí Cajamarca, Sechín, Trujillo y otras ciudades del Perú. Algunos se fueron y se quedaron en Europa, muchos becados. Yo me enamoré de la sierra y me quedé.

—Hablando de viajes, Apu-Rimak después viajó a París y retrató a Vallejo. El retrato lo tiene usted.

—Así es. Yo tengo el retrato porque me lo regaló. Él era amigo de César Vallejo. Según la leyenda, Apu-Rimak viajó con el pintor Carlos Asin, hermano del poeta César Moro. Y es allí que conoció muy de cerca a Vallejo. Me contó que cuando se enteró de que el poeta estaba en la clínica, lo visitó y lo retrató en su lecho de muerte. En los 80, Apu-Rimak venía aquí, le hice un espacio porque para mí había sido como un tutor. Me decía, “no se vaya del Perú, mire el país, ámelo, de allí va a salir algo. Usted ha nacido para ser un pintor peruano”. Allí fue que acepté la beca para ser director de la escuela de Bellas Artes de Puno, mientras Grau, que siempre nos invitaba a almorzar, me estaba consiguiendo una beca en París. Cuando se enteró, me dijo “estás loco, cambiar Puno por París. No me dirija la palabra”. Me gritó. Pero yo me quedé en Puno.

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—Usted era un jinete de la bohemia cuando era estudiante. No tenía trabajo, pero siempre tenía un trago en la mano. ¿Cómo lo hacía?

—(Risas) Con un trago en la mano y con una resistencia increíble. Yo terminaba una fiesta o me aburría y me iba a otra fiesta. Casi no dormía o dormía con algunas mujeres, que eran mis amigas, no enamoradas. Recuerdo que un día le dije a una de ellas, ahora donde duermo. Y me respondió, “vas a dormir en mi cama, pero nada de sexo, sino dormimos poto con poto (risas). Y así era. Después, gracias a Rosa Alarco, me consiguió trabajo con Piedad de la Jara, dueña del Karamanduka. Allí  tenía almuerzo y cena. Comía rico. Allí hice hice amistad con Sérvulo Gutiérrez, Alicia Maguiña, Lucha Reyes, Doris Gibson, entre otros.

—Usted se considera antes que artista un creador.

—Así es. Para mí la creación no es oficio y menos es una carrera. La creación es una pasión. Como decía Guayasamín, un demonio que se apodera de uno y hace que uno empiece a trabajar a pesar de todas las circunstancias políticas y sociales que hay alrededor de uno. La creación puede ser hasta una evasión, pero será una evasión que da como resultado una obra. Por eso yo me resisto en hablar de arte sino de creación.

—El creador no tiene límites.

—Ninguno, pero sí debe tener disciplina. El talento no es suficiente si no tienes disciplina. Conocí a muchos muchachos en Bellas Artes que tenían talento increíble, se sobraban tanto y creían que eso bastaba, pero no han producido lo que debieran por no tener disciplina.

—Un creador tampoco repara en técnicas, soportes o materiales.

—Tampoco. Así como no existen mujeres feas no existen materiales que no se pueda trabajar. El creador, como se ha hecho, trabaja hasta con chatarra. Como Miguel Ángel trabajaba con mármol y otros artistas con bronce, aquí seguían hablando de mármol. No pues, aquí no hay mármol  y el bronce es caro. Un creador debe trabajar con lo que tiene a la mano. Chan Chan está hecha de barro.

—Su padre era un obrero rebelde, fue preso en el Frontón, ¿de ahí le viene su espíritu contestatario?

—Yo creo que sí. Para mí lo más maravilloso que me ha pasado es tener a la pareja que fueron mis padres. Mi madre, una chola de Sechura, analfabeta, pero con una inteligencia y una ética admirable. Por ella, en mi casa no había una cosa que no haya costado trabajo. Mi padre, a manera de apoyo solidario, solía llegar a la casa con un “invitado”. Ser solidario me viene de origen, de familia. Eso no se aprende en la calle.

—Hablando de calle, usted salió en la marcha de los Cuatro suyos. ¿Extrañará hacerlo en las marchas de ahora?

—Por supuesto. Si no estuviera lesionado del pie, hace rato estaría delante de las marchas. Pero todos los días estoy pendiente de lo que pasa en el país. A mí me parece realmente una barbaridad que haya sesenta y tantas muertes inocentes y que muchos intelectuales se hagan de la vista gorda, entre ellos Mario Vargas Llosa. Octavio Paz, que era embajador en Francia, por la matanza de la plaza de Tlatelolco, en México, renunció. Esa es la tarea de un intelectual. Bueno, ahora, los intelectuales de aquí muchos son pseudointelectuales.

—¿Y los artistas?

—Igual. Salvo excepciones como Herbert Rodríguez y otros, que siempre han sido luchadores. Por eso digo cuánta falta hace ahora personajes como Javier Diez Canseco, Francisco Soberón, Gustavo Mohme Llona, entre otros. Ya no hay gente de ese calibre.

—Pedro Castillo también dio un autogolpe y con él sus votantes perdieron una oportunidad.

—Muchas. Yo no soy castillista, pero como explica Héctor Béjar, Pedro Castillo era un ladrón, pero era un ladrón de ellos. Han tocado a su ladrón. Y esa es la gente que sale a protestar, a defender su voto. La única manera de arreglar esta situación siniestra es que Dina Boluarte, que no se da cuenta de nada, renuncie; se cierre el Congreso y se adelante elecciones. Pero urgente porque si no esto rebasa y será muy peligroso.

Dato

La muestra. “Hablemos de amor” se exhibe en el Museo de Minerales Andrés Del Castillo. Dirección: Jirón de la Unión – 1030, centro de Lima. Horario de visita: de 10:00 a. m. a 5:00 p. m., hasta 28 de marzo. Ingreso libre.