Giovanna Gutierrez Narrea: La jerga, como señal de rebeldía y contraculturalidad
Especialista en lengua y literatura, en coautoría con Loyda Demarini Gómez, ha publicado el libro “La jerga: como construcción idiomática” (Ed. Lanzallamas).
“La jerga como variedad lingüística en el discurso”
Por Giovanna Sonia Gutierrez Narrea
Los usuarios de una lengua emplean una o distintas variedades lingüísticas, sean cultas o comunes, en distintos contextos de comunicación. Pero es la variedad estándar, la que por razones políticas o sociales es considerada como depositaria del “bien decir”, relacionada con lo consuetudinario o prescriptivo de la norma lingüística.
Escoger una variedad como estándar, por muy objetiva que pretenda ser, tiene un fundamento ideológico que desdice de su carácter neutral frente a las demás variedades sobre las cuales se privilegia; se le da estatus, credibilidad, respetabilidad social, plenifuncionalidad, al tiempo que estigmatiza a las otras al considerarlas como no funcionales desde el punto de vista plenifuncional, formal o científico. El reconocimiento de la variedad estándar trata de impedir la existencia y el desarrollo de las otras variedades y niega la validez social de los interlocutores, constituyéndose en un elemento de represión y discriminación social.
Los usuarios del estándar son quienes han tenido acceso a la educación formal; sin embargo, utilizan otras variedades marginales al sistema y por eso deben ser consideradas como parte integral e indispensable de la lengua que requiere de ellas para su evolución, transformación y consolidación lingüística y cultural.
La jerga, de naturaleza informal y sectorial, crea un lenguaje especial de variaciones lingüísticas insospechadas, que da cohesión a un grupo y regula los comportamientos lingüísticos de forma interactiva. Ese lenguaje se identifica por la innovación y creación lingüística de los interlocutores, como señal de rebeldía y contraculturalidad. La jerga es, entonces, un recurso lingüístico que responde a un medio expresivo que da identificación y define a un grupo social.
La jerga juvenil es usada por el grupo etéreo, cuya creatividad e imaginación describen el carácter flexible de la lengua. En la actualidad, sigue siendo estigmatizada debido a que es considerada un “lenguaje marginal” o subestándar. Ello, se debe, en esencia, a lenguajes de actividades que pueden existir en un grupo, lo que hace que se aproxime al concepto de argot (Casares, 1993).
El discurso moviliza el sentido al servicio de relaciones asimétricas de poder, que constituyen modos de saber y hablar del mundo, manifiestos en específicas prácticas sociales discursivas. Es así que en uno de los discursos que nos tenía acostumbrados el Presidente Martín Vizcarra manifestó: “Cuando vayan a comprar papas o lechuga o cualquier producto se van a llevar de yapa el Covid-19 a su casa”.
La expresión yapa, de origen quechua, que significa ‘ayuda’, ‘aumento’; es una expresión lingüística llamada jerga, la cual es parte de nuestra cultura, porque la lengua, concebida como tal, se define como un instrumento de interacción social, cuya función principal es propiciar la comunicación entre los individuos, tomando en consideración el contexto social específico en el cual se desarrollan las diversas estructuras lingüísticas correlacionado con la intención (fines u objetivos comunicativos) expresada por el hablante en un determinado enunciado.
El discurso oral exhortativo también puede valerse de la jerga para ser más eficaz: peruano camiseta, tiene la intención de nuclear masivamente a los ciudadanos, para que se comprometan (o pongan el hombro, otro uso de la jerga) con su país para salir adelante en una situación de crisis.
“Las lenguas existen vigorosas por su dinámica social, su flujo cotidiano y su fricción permanente. Los términos no terminan siempre y cuando su fin no sea su final. La lengua es como uno, uno es la lengua. Por tanto, nace, crece y muere. Su carga genética tiene genio. Estoy seguro que hay lenguas muertas jamás inmortales. Así, nadie habla hogaño como Miguel de Cervantes antaño. Digo, la lengua se gasta más que los zapatos porque camina, tiene calle, dobla esquinas. Y en uno de sus niveles, las jergas -el plural es mío- son ejemplos de la plasticidad del lenguaje, tan serias como un juego creativo” (Eloy Jáuregui).
Por ello, se hace cada vez más difícil restringir la jerga en la práctica coloquial, en todos los niveles socioeconómicos. Un ejemplo: en la jerga política peruana se puso de moda el término “chorreo”, equivalente a “recuperación económica”, para sectores que no gozan de recursos permanentes.
Guillermo Bendezú nos aclara que la transformación del español en jerga no deforma el habla culta, cuando escribe: “Nuestro argot criollo y neologizante es un habla marginal en el seno de la lengua común, empleada mayormente por gente de baja cultura –aunque nosotros consideramos que no necesariamente solo este tipo de gente lo utiliza—; es una deformación, a posteriori, del idioma oficial, debido a matizaciones expresivas y reelaboradas en el diálogo cotidiano. El argot criollo suple, entonces, a medios expresivos de tendencia retórica, propia del lenguaje castizo; utiliza como en la lengua figurada una serie de recursos imaginativos y formales: metáforas, símiles, sinécdoques, metátesis, apócopes, homonimias, etc”.
El argot no se propone deformar el habla culta, al contrario; su aporte estilístico de orden narrativo, produce trastornos morfosemánticos en muchas voces, por lo que hay que formular métodos de solución pertinente. El lenguaje argótico es funcional y directo; su habilidad informativa resulta más que precisa: “oe, causita, tírate un say say, pues, que estoy aguja”: “oye, amigo, préstame un sencillo, porque estoy sin dinero.”
Los usuarios del estándar son quienes han tenido acceso a la educación formal; sin embargo, utilizan otras variedades marginales al sistema y por eso deben ser consideradas como parte integral e indispensable de la lengua que requiere de ellas para su evolución, transformación y consolidación lingüística y cultural.