Tras cumplirse 24 años de la muerte del autor de 'La palabra del mudo', su proyecto narrativo de la estética del fracaso y la desilusión continúa vigente.,Por: Maria Morales Isla Marcados por la soledad y el fracaso, por la necesidad y la nostalgia, los personajes de Julio Ramón Ribeyro nos acercan a uno de los proyectos más elocuentes de las letras peruanas. Tras cumplirse 24 años de su muerte, un 4 de diciembre de 1994, el escritor de La palabra del mudo suscita más reflexiones sobre su narrativa, aspecto que lo han llevado a ser considerado uno de los mejores cuentistas de Hispanoamérica. A pesar de que Ribeyro vivió gran parte de su vida en París, Francia, su literaria siempre estuvo y vivió en Lima. Nació el 31 de agosto de 1929. Perteneció a una familia de clase media venida a menos. Durante su infancia vivió momentos de profunda crisis emotiva y social, como las carencias económicas y la muerte de su padre. Estas situaciones motivarán su escritura: “Prácticamente la sociedad que describo es aquella que viví (...) La época de la desesperanza, de la incertidumbre”, dice Ribeyro en La caza sutil. PUEDES VER Hoy rinden homenaje a Julio Ramón Ribeyro en la Biblioteca de Barranco Bajo estos parámetros, comenzó su escritura en la década de los años 50, en un ambiente marcado por el enfrentamiento entre la modernidad urbana y el arcaísmo agrario. En ese período también escribieron sus pares literarios Oswaldo Reynoso, Enrique Congrains, entre otros. Todos ellos influenciados por la vertiente neorrelista darán cuenta de los problemas sociales de su época. En ese marco, Ribeyro describe y reflexiona acerca de la incipiente burguesía, entre ellos, oficinistas, empleados, comerciantes, que darán voz a una sociedad sumida por el escepticismo, el fracaso y la desilusión. Tal es así que en sus cuentos ‘Espumante en el sótano’ o ‘Por las azoteas’, que pertenecen a La palabra del mudo, nos muestran la desvalía humana. PUEDES VER Estrenan "Gallinazos" en el Teatro Mocha Graña Aunque evitó adoptar novedades técnicas, Ribeyro optó por un lenguaje clásico, influenciado por Maupassant, pero que renovó, precisamente, la escritura a partir de centrar su atención en la materia narrada (o el contenido). Incorporó una nueva modalidad desde la perspectiva de los subalternos, de los que no tiene voz. De esta manera, la reunión de sus cuentos en La palabra del mudo inaugura una escritura literaria que ha “restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, arrebatos y angustias”, afirma Ribeyro en el prólogo a este libro. Así, el escritor fue portavoz de un sector de la sociedad limeña que veía morir sus esperanzas ante una vida monótona, cuya posibilidad de cambio era (casi) inaudita. Ribeyro sembró una escritura social sin ser partidaria. Se encargó de mostrar episodios de la pequeña burguesía, logrando, así, un proyecto coherente y renovador. ❧