Libro. Recordado piloto realizó registros aerofotográficos en pampas de Ica para su libro Líneas de Nasca. Luis Lumbreras y Federico Kauffmann presentaron el texto días atrás.,Eduardo Herrán, el cóndor que cuidaba las líneas de Nasca,Miguel Aguilar Díaz La Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología de la USMP publicó recientemente el libro Líneas de Nasca. De los hombres que dibujaron el desierto, que reúne las investigaciones, documentación, fotografías y descubrimientos de geoglifos en las zonas de Nasca, Ica y Palpa, mostrados por un pionero en la aerofotografía arqueológica. El libro fue presentado días atrás en la citada universidad por sus entrañables amigos, los arqueólogos Luis Lumbreras, Federico Kauffmann y Giuseppe Orefeci. PUEDES VER Eduardo Herrán, el ángel de las Líneas de Nasca [VIDEO] Eduardo Herrán, cusqueño de nacimiento, fue el principal gestor para que las Líneas de Nasca sean declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad. En 1991 fundó el Instituto de Investigaciones Aeroarqueológicas, donde elaboró el proyecto “Nasca Patrimonio Mundial”, el cual consistió en confeccionar el expediente técnico que permitió que las Líneas de Nasca fueran declaradas en 1994 por la UNESCO, utilizando su avioneta ultraligera. Piloto de caza de la Fuerza Aérea del Perú, investigador pionero en la aerofotografía, hizo ese trabajo inspirado por arqueólogos como Paul Kosok. Treinta y cinco años de vuelos y registros originales desde el aire le ayudaron a complementar y proseguir con el legado de María Reiche y descubrir 364 líneas no detectadas en los vuelos del Servicio Aerofotográfico Nacional que sirven a la arqueología. Precisamente, Herrán trabajó con Reiche en los 80 e hicieron una gran pareja, él desde el aire y ella desde la tierra. Luego Herrán fotografiaba y dibujaba las líneas para ella, puesto que Reiche perdió la vista y quedó casi ciega. Él le mostró las primeras fotos aéreas de geoglifos que no se conocían, y luego, en 1991, él utilizó sus hipótesis y teorías de calendario astronómico sobre las líneas para el expediente de Nasca para la UNESCO. “Recibió en París, 1987, el Premio Colibrí, otorgado por la Federación Mundial de Aeronáutica, por sus contribuciones como piloto a la humanidad. No era arqueólogo como tampoco lo fue María Reiche, sin embargo, ellos realizaron una gran labor para el conocimiento y preservación de este patrimonio singular”, dice Federico Kauffmann Doig. Ojo de cóndor En el libro se explica que una figura clave era el cóndor y que parte de los geoglifos fueron hechos como ofrenda a los cóndores y como parte de un ritual para pedir agua a sus dioses. Plantea que si bien se han conservado por miles de años debido a las condiciones naturales de las pampas, donde se ubican, su conservación depende única y exclusivamente de la mano de nosotros mismos. Su servicio aerofotográfico sirvió para detectar la minería informal y la instalación de plantas industriales, el tránsito de vehículos por las diversas zonas o la construcción de granjas, que afectan los sitios arqueológicos e históricos. Arqueólogos como Johny Isla y Luis Jaime Castillo registraron 50 geoglifos más utilizando tecnología de drones, continuando la tarea de Herrán. “Eduardo era un loco. Pero un loco como cualquiera de nosotros puede ser cuando realizamos las locuras como descubrir líneas o geoglifos. Pero sobre todo Eduardo era un arqueólogo, porque hacía lo que los arqueólogos hacemos, descubrir y comunicar el alma de los pueblos que son sus testimonios y vestigios materiales”, afirmó Luis Lumbreras en la presentación. Eduardo dedicó toda su vida a sobrevolar las líneas de uno de los máximos referentes de nuestro pasado y símbolos de la identidad en el presente hasta antes que la muerte se lo lleve tempranamente el 2015. Nos dejó este libro con un completo registro fotográfico de los geoglifos en el área de Ica, Nasca, Palpa, El Ingenio, Pisco, Santa Cruz, mostrados por primera vez en todo su esplendor fotografiados desde el aire con criterios de registro científico arqueológico.