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Opinión

¿De dónde era ese sombrero?, por Mirko Lauer

“Si el tema del reclamo boliviano y la postura chilena llegaran a volver a un debate internacional, las palabras de Castillo tendrían un peso real, en detrimento de los intereses peruanos”.

larepublica.pe
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¿Hubo un ánimo traicionero en las declaraciones de Pedro Castillo sobre una salida al mar peruano para Bolivia? Su único argumento contra la imputación es su ignorancia del tema y de todo lo que implica una declaración presidencial. No es como llamar carneritos al redil.

Por los tiempos de la declaración Evo Morales visitaba mucho el Perú, y con un alto perfil, explorando el terreno. Probablemente fue el primer asustado por las palabras de Castillo, pues ya no se le ha visto mucho por aquí, y la oferta no ha sido repetida.

Si el tema del reclamo boliviano y la postura chilena llegaran a volver a un debate internacional, las palabras de Castillo tendrían un peso real, en detrimento de los intereses peruanos. El desconocimiento de la ley, como toda ignorancia, no es una excusa.

El entusiasmo de Alberto Fujimori a la hora de hacerle ofertas a Rodrigo Borja alentó las expectativas de los ecuatorianos, y terminó unos años más tarde en los efectos que todos sabemos. Si Fujimori no ofreció más, mapa en mano, fue porque tenía un golpe de Estado en agenda.

Se ha hecho notar a Castillo que en un solo discurso ante la Asamblea General de la ONU Castillo logró complicar nuestras relaciones con cuatro países. Ahora el Congreso le está exigiendo cuentas sobre el particular, pero Castillo sigue con ganas de despacharse en el exterior.

Cuando Castillo dijo que él era un aprendiz de presidente, más que una profesión de humildad, era un pedido de clemencia. Para entonces la viveza ya la había aprendido, y ella incluye prometer aquello que no se va a cumplir, en todos los campos de la actividad humana.

¿Estaría Castillo dispuesto a entregar soberanía peruana para ayudar a la causa geopolítica de Morales? Sus cuestionadas declaraciones sugieren que sí. En verdad son frecuentes sus opiniones sin límite, es decir que podrían llevar a cualquier parte.

La idea de traición suena fuerte, como algo salido de una novela. Pero no es nada que no le haya dicho Vladimir Cerrón cuando sus caminos empezaron a separarse. Quizás varios prófugos y acusados están pensando muy parecido. El Castillo desbocado en terrenos que desconoce es tan peligroso como el que maquina en silencio nuevas equivocaciones. Sancionar sus dislates será una manera de ayudarlo en su aprendizaje presidencial.