Por: Sol Pozzi-Escot
'Pinky’ Campos ha producido más de 20 películas. Si pensamos en los mayores logros de nuestro cine en los últimos años, es probable que ella sea una de los responsables. “Retablo”, cinta con 29 galardones y sumando, es el más reciente ejemplo de esto. ¿Cuál será su secreto?
¿Qué te atrae de un proyecto cuando te lo presentan?
La historia tiene que significar algo para mí. Es una chamba tan sacrificada, que para mí es como regalarle una partecita de mi vida al proyecto.
Es algo muy íntimo…
Superíntimo, la relación director-productor es un matrimonio, y tienes que ver bien con quién te casas… Tengo que admirar al director de todas maneras, tener objetivos en común con él. Para mí, es la historia y el director.
Has producido películas de tema social en relación con nuestra realidad…
Siempre pienso si el proyecto va a ser trascendental para nuestra cultura, que lo que estamos haciendo con tanto esfuerzo al final quede para alguien. Es la historia. Cómo me engancha. Qué significa para la cultura peruana y el director.
Creo que el mayor logro de Retablo es que conjuga lo que es un cine de autor y un alcance de público más amplio, incluso ha gustado en el extranjero.
El tema es universal.
Aunque tiene una envoltura bien peruana.
Al extremo, peruana… Ha gustado muchísimo, la película es muy linda.
¿Cuál fue el mayor reto al producir la película?
Fue muy difícil grabar en quechua. Cuando Álvaro (el director) lo propuso, yo puse el grito en cielo, pero después de ver los ensayos en quechua, ni se tuvo que pensar: era en quechua.
¿Qué cualidad no le puede faltar a un productor?
Empatía. Y energía. Perseverancia… Es una mezcla entre no ser pesimista, ser realista, pero a la vez dar esperanza.
Se necesita mucho ingenio para trabajar con medios limitados.
Los productores hacemos magia para que se hagan las películas. Al trabajar con comunidades fuera de Lima siempre he tratado de hacerles donaciones. Para Retablo, estuvimos en una comunidad donde casi todos tenían infecciones a los ojos. Vine a Lima y pedimos donaciones a los laboratorios, los médicos llegaron a la comunidad y, a cambio de eso, nos dieron permiso para grabar.
Es bonito, porque en medio de este marco que no es el más favorable, aprendemos a darnos la mano…
Hay una comunidad que se llama Pampacancha, en Recuay, donde hice tres películas. Me conocen y todos los años me llaman en Navidad. Es una comunidad a la que feliz volvería.
¿Qué les recomendarías a los futuros productores?
Los que comienzan tienen que consumir películas peruanas, constantemente. Tienes que tener temas que te apasionen. Y empezar a hacer, como sea.