La brecha de género entre las mujeres y los hombres se expresa de diferentes maneras y su presencia en la ciencia no es la excepción. Históricamente las mujeres han sido desfavorecidas y esta subrepresentación incluye también su desarrollo dentro del campo científico.
Según estima la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), menos del 30 % de los investigadores en el mundo son mujeres. La baja presencia de las féminas en la ciencia no responde a una causa concreta, sino a un fenómeno complejo y multicausal. Ahondamos en algunos conceptos que lo explican.
brecha de género
La segregación horizontal está vinculada a la distribución de labores entre hombres y mujeres dentro de un espacio de investigación, como un laboratorio o un centro de investigación. Alizon Rodríguez, socióloga e integrante de la Red Perú Ciencia, Tecnología y Género (CTyG), explica que muchas veces esa distribución “feminiza” algunas labores.
“Las tareas que más se asignan a las mujeres son de computar o de digitar y no se les asigna actividades o labores fundamentales dentro del campo académico porque esas son desempeñadas principalmente por los varones. (...) En un mismo espacio, en un mismo laboratorio, se dividen las tareas y algunas son más feminizadas que otras”, explica.
En tanto, la segregación vertical está vinculada a la jerarquización dentro de una organización, en el cual las mujeres no suelen ocupar cargos importantes. “Hay estudios que indican que las mujeres siempre están como asistentes, como coordinadoras, pero nunca como investigadoras principales. Esa ausencia de visibilidad tiene repercusiones”, agrega Rodríguez.
La segregación vertical es el resultado de lo que se suele conocer como “techos de cristal” (glass ceiling en inglés). Este concepto ahonda en las barreras invisibles que dificultan el acceso de las mujeres a puestos de mayor poder, prestigio y salario en la carrera científica.
Como detalla Rodríguez, el hecho de que las mujeres no lideren equipos se expresa en que sean menos consideradas dentro del área. “La visibilidad y el reconocimiento solo se obtiene a través de las publicaciones y las investigaciones. Sin embargo, las condiciones que tiene hombres y mujeres para la publicación son distintas”.
Por ejemplo, el cuidado doméstico y la crianza de los hijos son dos aspectos que históricamente se le asignan a la mujer. Esta carga social tiene como resultado menores oportunidades frente a los varones. Muchas veces las mujeres no lideran estos espacios, ya que deben —en el imaginario colectivo— responsabilizarse de otros aspectos. Algo que no ocurre con los hombres.
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Llamado en inglés scissor diagram, las “tijeras de género” indican cómo las mujeres superan a los varones durante la formación académica; sin embargo, a lo largo del proceso de ascenso en la carrera de investigación, son los varones quienes llevan la delantera.
Alizon Rodríguez, quien ha investigado el fenómeno en el país, señala que hay más mujeres en la educación superior; sin embargo, a medida que aumenta el grado académico disminuye su presencia en estos ambientes. De igual manera, este fenómeno está vinculado a las cargas sociales que históricamente “le corresponde a las mujeres”.
“Eso funciona porque todavía en el imaginario social prevalecen estas ideas tradicionales. Tiene que ver con las cosas que hacemos de manera cotidiana que se trasladan al campo de la ciencia, la tecnología y al campo de la investigación de la ciencia. Es un sistema patriarcal no equitativo”, añade Rodríguez.
Otro de los conceptos más desarrollados para explicar por qué las mujeres son subrepresentadas en la ciencia es la “tubería con fugas” (leaky pipeline en inglés). Si bien está más vinculado al proceso educativo, el término intenta ahondar en cómo las mujeres desaparecen o van disminuyendo su presencia en el campo científico.
A lo largo de la vida, desde niñas hasta ser adultas, las mujeres se ven influenciadas por factores sociales, económicos y políticos. Por ejemplo, encontrar el equilibrio entre la vida personal y laboral, la crianza de los hijos o la motivación para acceder a carreras consideradas “masculinas”, por mencionar algunos factores.
Todo ello genera que el ascenso en el campo científico de las mujeres sea como una tubería con fugas, ya que mientras más condiciones no equitativas se den frente a los hombres, más difícil será llegar al final de ese desarrollo, aunque socialmente estas ya están impuestas.
De acuerdo al I Censo Nacional de Investigación y Desarrollo a Centros de Investigación, realizado en el 2016, en el país existe una brecha de género significativa en todas las categorías de personal dedicado a generar I+D. Según el informe, en la categoría de investigadores, el 68,1 % fue hombre y solo el 31,9 % fue mujer; es decir, por cada investigadora existían 2,1 investigadores.
Brecha de género en Perú. Foto: Captura de pantala
Esta cifra se acentúa de acuerdo al grado académico. En el 2015, por cada investigadora con grado de doctor había 2,4 investigadores con doctorado. De igual manera, varía de acuerdo a la institución académica. En el mismo año, existía mayor brecha de género en las universidades públicas en relación a las universidades e institutos privados.
Brecha de género en ciencia en Perú. Foto: Captura de pantalla
Si bien en los últimos años se siguen implementando políticas a favor de las mujeres. Alizon Rodríguez indica que aún es necesario repensar las políticas orientadas a las condiciones que tienen las mujeres en el desarrollo de su vida.
“Generar políticas en que las mujeres tengan mejores condiciones para investigar y también para tener mejor oportunidades para el financiamiento y menos limitaciones en el procedimiento de cátedras importantes para promover la participación de las mujeres, pero si tú no generas condiciones difícilmente van a poder estar ellas”, finaliza.